viernes, 5 de septiembre de 2014

Las zonas templadas





Las zonas templadas : Daniel y yo sabemos que pronto cerrarán la piscina y que hay que aprovecharla antes de que vuelva a pasarse varios meses con la lona puesta. Ese impulso razonado (si es que entre las dos palabras puede haber una relación así) nos pone en marcha: bañadores, chanclas, toallas y gafas. El ascensor desciende con la desgana de un lunes y con cierta obligación gris de funcionario subimos por la rampa de la piscina.  

Hay cosas que es preferible hacer sin ganas a no hacerlas. Por eso extendemos las toallas, nos duchamos y probamos el agua. Para que dentro de unos meses, cuando sea ya de noche al llegar a casa y nos asomemos a la terraza, no encontremos una excusa para el lamento en esa tarde en la que pudimos bajar y no lo hicimos. Bastará con recordar esta agua fría, las sombrillas cerradas y las sillas ya amontonadas para volver sin esfuerzo a ese presente a buscar sus zonas templadas. 

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