domingo, 10 de mayo de 2015

El último escondite del dinosaurio



El último escondite del dinosaurio : Leímos los platos escritos en la pizarra de la entrada, nos asomamos y vimos sillas de maderas recias, un camarero con camisa blanca detrás de una barra mirando una televisión con el volumen bajo, un par de periódicos deportivos doblados con el empate del Madrid con el Valencia en la portada, cuatro mesas con los vasos colocados con precisión, una nevera con los helados a la vista, un hombre compartiendo el silencio del camarero con un vaso en la mano. Todos interpretamos que éste era el sitio apropiado para que los niños, acabados sus platos de arroz, jugaran a esconderse el dinosaurio del más pequeño y a encontrarlo sin que en el restaurante nadie les dijera “eh, aquí no” o nos trataran con una excesiva frialdad para darnos a entender que deberíamos educar mejor a los niños, que los demás clientes, que no sé qué. Buscábamos, precisamente, esta tranquila sobremesa sin conversación, dejando que los niños con sus risas fueran escribiendo el guión que los adultos, encantados, seguíamos. Los cafés con hielo. La copa con la que se brinda sin palabras. El último escondite del dinosaurio parece el más difícil hasta que el camarero se lleva a todos los niños a por un helado y estallan las risas.

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