sábado, 16 de mayo de 2015

No habrá cata como ésta



No habrá cata como ésta : Es la boda de un amigo que trabaja en el mundo del vino y después de la celebración se nos ofrece una cata de veintiún vinos. Todos son interesantes, desde el Cava Gramona con el que arranca, hasta el pacharán Belasco que la cierra. En medio, una serie de nombres que para mí forman una realeza paralela entre la que destaca Abadía Retuerta. A sus pies. 

El objetivo es probarlos todos. Como campeones. Avanzamos hacia las distintas mesas y con cada vino estrenamos copa. Si hay cielo, el comité de bienvenida debería ser algo parecido a esto: toda la noche por delante y un autobús esperando para devolvernos a Valladolid por turnos.

Pero el empuje inicial va perdiendo impulso porque descubro que no tengo ni el olfato ni el paladar afinado. El hígado tendrá su trabajo, pero no entorpece. Al quinto vino me doy cuenta de que me cuesta percibir las diferencias. Los adjetivos que en los primeros sorbos surgían como los trazos coloridos de un Van Gogh, poco a poco van desapareciendo hasta reducir la conversación a un movimiento afirmativo de la cabeza mientras se levanta la copa.

Debería, pienso, debería haberme tomado más en serio el juego de Lucía esta mañana. Había dispuesto todos sus cacaos de sabores en el sofá y nuestro reto era el de adivinar con los ojos cerrados a qué olía cada uno. Debería. Quizás con ese entrenamiento hubiera logrado mantener el olfato un poco más alerta y reconocerle a la mencía del Armas de Guerra su justo valor. Tampoco es tan serio, coincidimos en que está bueno y pasamos al siguiente, que también está bueno, y el siguiente, que también está bueno. Así hasta la meta del Belasco. Cuando subimos al autobús, solo puedo darle un par de golpes en el hombro al conductor como agradecimiento.

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