jueves, 10 de julio de 2014

La copa de vino tinto que salvó al mundo




La copa de vino tinto que salvó al mundo : El dependiente de la barra agarra la botella con una mano y la aprieta con cuidado. Demasiado caliente. De una cubitera en la que flotan tranquilamente unos hielos saca otra y repite el mismo gesto. Demasiado fría. Espera que le diga algo que salve su honor. Que cambio por un blanco, por ejemplo. Pero permanezco en silencio por una cuestión de estética (me gusta cómo llena el espacio una copa de tinto) y de principios (me parece que el blanco atrae conversaciones más superficiales). Sigue un silencio incómodo que se extiende por todo el mercado, como ese momento de equilibrio en la pelea entre dos superhéroes cuya energía, al chocar, va arrasando con el mundo al dispersarse. Para salvar al mundo se acerca un encargado que propone una solución: dado el calor que hace, podría llevarme dos copas de vino frío y esperar a que se vayan calentando. Es una tarde agradable y nos espera una cena con amigos, así que puedo ceder para evitar que Madrid desaparezca. Me llevo dos copas de vino frío a la mesa que tenemos junto a la ventana. Damos dos sorbos y nos quedamos en silencio: la conversación tiene que esperar a que el vino se caliente. Miramos a la gente que pasa por la calle sin sospechar lo cerca que ha estado de su final. 

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