domingo, 6 de julio de 2014

La hora de cierre del cementerio




La hora de cierre del cementerio : Descubrimos al llegar que el cementerio cierra a las ocho, lo que nos deja diez minutos de visita. Pensaba que los cementerios estarían disponibles a cualquier hora, sobre todo de noche, que es cuando uno puede atrapar esa idea que se le venía escapando y expresarla con las palabras que durante el día desecha por poco prácticas para compartirlas con algún fallecido y así cerrar algún tema pendiente que ate o corte, definitivamente, una relación. Ciertas conversaciones solo se pueden tener con la luna como testigo.

Pero lo que yo piense se enfrenta al estatuto de los trabajadores del sector de los cementerios, que habrá establecido, con buen criterio, que los asalariados adscritos al mismo tengan sus horas de descanso. Y frente al estatuto de los trabajadores, la literatura y las imágenes bajo la luna poco tienen que decir. El resultado es que, exponga lo que exponga, la puerta que normalmente da acceso a los coches a la zona de las tumbas está cerrada y así va  a permanecer hasta mañana.

Podríamos ir corriendo a la tumba de mi padre y dejarle las flores que llevamos en el pequeño tiesto metálico con la economía de movimientos y de tiempo que el banderillero emplea en su faena frente al toro. Pero esa rapidez no encaja bien con la concepción del tiempo que emana de la hierba que cubre la ladera. Aquí todo debe hacerse despacio y despacio habría que quitar las antiguas flores a las que el sol les ha borrado el color, despacio habría que cambiarlas por las nuevas, despacio habría que limpiar la lápida, despacio habría que dejar unas cuantas frases que también sustituyan a las que dijimos la última vez.

Desde la puerta cerrada le deseamos un feliz cumpleaños. Mañana estaremos aquí mucho antes. Tal vez no nos reproche que nos retrasemos un día porque ahora su forma de experimentar el tiempo sea totalmente distinta. O tal vez sí y por eso, como una señal, hoy me haya encontrado en el Rastro con una mujer que llevaba una calavera impresa en la parte de atrás de su camiseta. Una calavera que estaba ahí no para hacerle una foto, sino para advertirme que con los muertos, sobre todo con ellos, las cosas no deben dejarse para el final, donde marca la memoria su frontera.  

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