viernes, 9 de diciembre de 2011

"Arthur Christmas : Operación regalo", de Sarah Smith

Iba resignado a ver esta película. Cuando hace siete años María entró en la habitación tumbada en una cama, con un enano a cada lado con los ojos cerrados y un gorro en la cabeza, nadie me dijo :

-Te vas a hartar a ver películas de Navidad.

No estábamos entonces para esas cosas, pero razón lo le habría faltado. Llega la Navidad y, con ella, las películas para el público infantil realizadas en su mayoría por mentes infantiles contando historias infantiles a precios de adulto.

Así que Diversia, seis y cuarto, y, en la pantalla, “Arthur y no sé qué”, que mucho interés en la película no tenía. Decía el resumen algo de un regalo que Papá Noel se dejaba sin entregar y que la niña estaba triste y tú con la niña. Las seis y cuarto y tantas cosas que hacer un viernes que casi no merece la pena pensar en ellas. “Arthur Christmas : operación regalo”. Vaya título.

La Navidad tiene estas cosas. La paternidad también.

Entonces llega Sarah Smith, la directora, con su historia y ya en los primeros minutos te das cuenta de que vas a tener que hacerle un hueco en la estantería junto a la fotografía de John Lasseter. ¿Dónde estabas entonces, Sarah, cuando tanto te necesité? Nadie es mejor que nadie, pero tú creíste vencer.

Cojo la toallita que entregan a la entrada, como la que acompaña la segunda ración de gambas para que las manos no te huelan a gambas (y que huelen, porque la gente se la guarda en el bolso, yo me la guardo en el bolso, tú te la guardas en el bolso) y vuelvo a limpiar las gafas 3D porque esto no es lo que me esperaba.

-Gracias, Sarah. Gracias, Sarah.

Párrafo futbolero : esperaba una película tipo Guardiola, ONG, suavizante qué bien deja mi ropa de Qatar y he aquí que la película rasca, que es bronca, que tiene un humor Mourinho que te mete el dedo en el ojo y que te obliga a reírte cuando no deberías reírte porque tienes un enano al lado al que deberías explicarle cosas para las que no tiene edad.

-Gracias, Sarah. Gracias, Sarah.

Gracias a Sarah y a su abuelo o a ese abuelo que ha creado saltándose como una campeona todas esas líneas rojas que se le ponen a una historia infantil porque ella sabe que al lado de cada enano hay dos adultos que han pagado la entrada y que también tienen su derecho a un rato de ocio en lo que llega el Madrid-Barça de mañana.

Párrafo cinéfilo : Rompiendo con la tradición Disney, Sarah crea un universo propio en el que, sirviéndose de algunas licencias, desarrolla una historia que tiene, como trasfondo, una clara evocación a Shakespeare y a su “Rey Lear”. Aunque vestida con las simbología navideña y ceñida a las obligatorias reglas de un discurso infantil, la película trata con honestidad el dilema del padre ante la elección de a quién cede su reino.

Párrafo mío : Me basta esa escena inicial de la niña, cruzando la calle de una plaza nevada para echar su carta, para tener la certeza de que ahí hay un equipo que es capaz de cuidar el detalle de una carta que cae en un buzón o de reflejar la magia de una gran nave sobrevolando el cielo.

La película es indudablemente buena por dos razones, y esas dos razones os las voy a dar : ni piden agua ni piden palomitas.

Hay un humor rudo que me gusta mucho, algo salvaje, indecente, políticamente incorrecto que Sarah lleva por toda la película con ese empuje de un equipo de fútbol infantil que trata de ganar el partido desde el principio sin preocuparse por los tobillos, las narices o los brazos de los rivales.

Y, dicho todo esto, también hay sitio para una historia tierna, infantil, dulce, optimista, alegre, sorprendente, distinta, animada, pelín canalla y trabajada que aceptamos sin rechistar porque todos necesitamos una de cal y otra de arena, somos así, qué le vamos a hacer. Queremos a un viejo Papá Noel en un cubo de basura tirado por un reno desorientado (tal cual) y queremos al aprendiz que es todo corazón y lucha por mantener la ilusión de una niña. Lo peor de la Navidad es que te mete el corazón en remojo y llegas a descubrir que algunas partes siguen blanditas y sensibles, con ganar se echarse encima una historia como ésta.

¿Hay que ir, en fin, con la cabeza agachada hacia la chica de la ventanilla? No. No. Y otra vez no. Os vais a sorprender con la película y con tal cantidad de detalles en la realización y en el guión que, aunque paguéis siete euros, Sarah y su equipo os van a dar la vuelta de un billete de cincuenta. Animo, buscad a un enano, y al cine. Nada de bajársela o esperar a que la den por el Plus. Hay que verla a lo grande y dejar que las carcajadas llenen el cine y aplaudir al final y salir contentos, agradecidos de que haya gente que se tome muy en serio lo de contar una historia.

Gracias, Sarah.

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