miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Zarkana", del Circo del Sol.

Del sol de este circo ya no me llega ni luz ni calor, por más que lo haya buscado, lo busque y lo buscaré espectáculo tras espectáculo. El hecho es que miro hacia donde ellos señalan y me encuentro con un sol de invierno, algo gris, de esos que van bien con una playa sin gente. No siempre fue así, claro, pero es que no todo en la vida, voy aprendiendo, es “Alegría” y uno ya va cumpliendo años. Debería argumentar esta impresión tan personal para no parecer un esnob, un pedante, un listo, un prepotente, un sabelotodo, un vanidoso, un creído, un enterado, un envidioso o un amargado, un tipo que se sube encima del elefante de un salto para ser más alto que nadie. Debería. A lo mejor es que esta puerta no se abría con la llave que yo tenía, pero es la que ellos me dieron hace años. Los argumentos, sí, ya sé. Vamos con los argumentos, sí, pero para qué, si la función ya ha acabado.

Creo que este equipo, que en el mundo del circo debe haber ganado varias Copas de Europa seguidas, ha perdido algo de ilusión, como si ya estuvieran cansados de buscar rival y sólo encontrarse con su sombra. Las cosas de crecer tanto. No es sólo un tema de ilusión, sino de inspiración, de innovación. Con el Circo del Sol como marca registrada de circo galáctico, uno sabe para bien (al principio) y para mal (hoy) qué es lo que se va a encontrar : los elementos se repiten, montaje tras montaje, pero la excusa para unirlos es cada vez más forzada, echándose de menos un motivo central que los una, que los inspire.

En Zarkana, este último espectáculo, se pretende contar la historia de un mago que se ha quedado sin poderes. Se intuye que la historia va por ahí, pero el hilo pronto se pierde porque al mago no se le entiende al cantar : bien podría estar recitando artículos del código civil bielorruso o las próximas modificaciones en la constitución que hoy celebramos. Algo le pasa, sí, pero ahí nos quedamos, echando de menos los subtítulos. Y sin esa referencia clara, el espectáculo pierde en fuerza, sin ni siquiera sugerir un mundo, el de la magia, en el que podrían haber jugado en casa.

Esa débil construcción narrativa, aparentemente algo secundario en un espectáculo como éste, es importante porque los propios números de circo se enfrentan a dos problemas. El primero es que se tiene la impresión de que los hemos visto en otros espectáculos del Circo del Sol (el número del arranque con las pelotas, el de la escalera o el del aro) y el segundo es que los demás circos ya han ido aprendiendo cómo deben hacer las cosas y están ofreciendo números superiores a lo que vemos en Zarkana (el dibujo sobre arena, por ejemplo, se pudo ver en el Price más cuidado y desarrollado el año pasado).

Frente a este desafío, creo que el Circo del Sol debería basar sus espectáculos no sólo en el músculo, sino en el libreto : si no basta un conjunto de canciones para tener un musical, en el Circo del Sol deberían asumir que tampoco con una serie de números tienes un espectáculo como el que ellos pretenden vender y por el que bien que cobran. Esos deberes no se han hecho en Zarkana y por mucho que se intente ocultar con el trabajo desplegado, falta una inspiración que, y sé que recibiré amenazas por este juego de palabras, más que zarkana está lajana.

El resultado de esa falta de inspiración es que, a mi juicio, muchos recursos están desaprovechados (esos personajes de blanco que aparecen por el escenario), en otros se percibe ya cierto cansancio (los compositores han sido incapaces de crear un tema que uno salga tarareando y la música suena a circodelsolcircodelsolcircodelsol) y se empieza a utilizar trucos, como el de proyectar imágenes, que indican cierta pereza creativa.

Zarkana, sin embargo, está muy bien si tienes siete años y es tu primer encuentro con el circo del sol.

-¿Os ha gustado? – les pregunto a Lucía y a Daniel.

-Mucho.

Pues ya está.

1 comentario:

  1. Suele ocurrir, y es una pena aunque comprensible, cuánto más dinero más pereza creativa, pasa en las compañías nacionales -salvo excepcionales casos-... el Circo del Sol tiene de siempre la mejor de las corrocerías, los mejores talentos técnicos, los números más asombrosos, pero le falta calor, espíritu, complicidad... tan diferente a un Circo Ronaldo o a un Cirque Rasposo, compañías familiares, de tradición, donde los números se cuecen a fuego lento, con amor y meticulosidad, innovando y pensando en el principio básico de cualquier magia en un espectáculo: el calor con el público, su contacto, mirarle directamente a los ojos.

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