viernes, 20 de septiembre de 2013

Las virtudes de la propaganda comunista




Las virtudes de la propaganda comunista: Cerca del colegio están construyendo una nueva sede para uno de los grandes bancos que quedan. Lo de grande debe entenderse en sentido meramente económico. Por encima de la pequeña colina que está enfrente de las puertas de acceso, pueden verse unas cuantas grúas. Me parece una escena apropiada para el colegio: una buena mezcla de imágenes occidentales con cierto espíritu de propaganda soviética, como diciéndoles a los niños que llegan con sus mochilas “el presente sigue en marcha para haceros un hueco en el futuro. Estudiad. Dad lo mejor de vosotros. La banca y la construcción os esperan”. O alguna consigna parecida.

Luego están los chinos, un poco más lejos, con sus tiendas de ropa, sus supermercados, sus peluquerías y su regreso al capitalismo individual. Basta darse un paseo por Bravo Murillo desde Cuatro Caminos a Plaza de Castilla para ir viendo, casi secuencialmente, el proceso que ha seguido la economía estos últimos años. Puede ser una impresión personal, pero ahí está Laila Guerrero contándolo en uno de los artículos de “Frutos extraños”

“Ale es chino, y sabe muchas cosas de mí. Cuándo estoy en casa, cuándo salgo de viaje, cuándo se termina mi dinero y cuando no hay más comida en mi heladera. Técnicamente, y desde hace cinco años, Ale es el hombre que me alimenta. Lo veo más que a cualquiera de mis amigos, hablo con él dos o tres veces por semana, sabe que me gusta el queso estacionado  que no como nada que tenga ajo. Cuando hago un pedido por teléfono y olvido algo –pan, leche – me lo recuerda :

-¿Hoy no pan, hoy no leche?

Si le pido cuatrocientos gramos de jamón crudo se alarma:

-Muy caro, ¿Tanto quiere?

Conoce mi nombre, mi número de documento, mi profesión, el nombre del periódico donde trabajo, la dirección exacta de mi casa y la cantidad de gaseosa y pasta dental que consumo por semana.


Es el joven dueño de un supermercado que permanece abierto de lunes a sábado de 9 a 22, domingos de 9 a 13 y de 17 a 22, sin feriados nacionales ni días de guardar”

Las puertas se abren. El rito: el beso, el deseo de que pasen un buen día, el beso de vuelta, los momentos de duda hasta que encuentran un amigo con el que entrar y el ruido de las ruedas de las mochilas por la rampa. Y cerca de la rotonda donde me espera el atasco, entre Telefónica y Vodafone, el edificio de Huawei, donde es posible que se aplique la misma estrategia de supermercado. 

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