miércoles, 18 de septiembre de 2013

Una descarga en el pecho




Una descarga en el pecho : Entre las cosas que necesito para empezar el día están el zumo de naranja, el café, y los post o columnas de Jabois, Montano, Ruiz Quintano, Gistau, Tongoy, Marchante, Malherido, Salvación, Suñén, Cristian Campos o Bustos. Hasta que no los termino, y puede que para el último de ellos solo encuentre un hueco antes de irme a dormir, no puedo dar por comenzada la jornada porque, si no, mi cerebro no se pone a tono y ando desafinado.

Queda algo que añadir a la lista anterior: ver a los niños correr hacia las clases cuando abren las puertas del colegio. Una imagen que se repite todos los días y que es una pequeña descarga aplicada en el pecho del optimismo, ese auténtico Frankestein que hay que construir día a día con lo que se va encontrando. La excusa oficial de que tantos padres estemos a las puertas del colegio es que vamos a dejar a nuestros hijos, pero ahí no acaba todo. Yo mismo, cuando ya no haga falta en esa puerta, es bastante probable que me acerque solo para mirar. Para sentir la corriente.

Es un buen contraste enfrentar la escena de los niños corriendo con el caminar lento de los que cruzan por el paso de cebra camino del trabajo. Algunos incluso parecen ir hacia atrás, como si ejecutaran su particular moonwalk laboral. Esa diferencia es la prueba de que en algunas cosas (solo las importantes), como la forma de enfrentarnos al día, no hemos sabido mantener aquel ánimo que teníamos de pequeños. En ciertos temas se alcanza la plenitud con nueve años. 

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