viernes, 1 de noviembre de 2013

El último lector de periódicos




El último lector de periódicos : En un banco de Fuencarral está sentado un anciano con un traje perfectamente planchado que es un reconocimiento a la parte más elegante de la fiesta. Sostiene el periódico con cuidado y lo lee como si estuviera eliminando cualquier pliegue de las palabras. La parte positiva de que decaiga el número de lectores de periódicos es que aumenta la calidad de los que siguen comprándolos.

Frente a él, los niños aprovechan que la calle está cortada para subirla y bajarla practicando con los patines. Ejercicios de equilibrio bajo un sol que ilumina todo sin calor. Hay cierta urgencia por hacer las cosas más despacio. Las conversaciones también tratan de mantener el equilibrio con unas pocas palabras mientras los niños se toman su tiempo en caerse. En el fondo, la tranquilidad de saber que nada de lo que se hace se acumula.

El hombre lee con cierta exigencia académica, como si todos los periódicos que ha leído en su vida estuvieran examinando a éste que tiene delante. Se toma el tiempo necesario: no hay excepciones. Debe tener unos ochenta años y lo que le mantiene erguido es una cultura que al final se ha quedado en lo firme, en lo esencial.

También nosotros podríamos haber traído los patines. O no. Basta con estar aquí.

Pasado un rato, el anciano se levanta y comienza a caminar muy despacio. Lleva el periódico perfectamente doblado: si al pasar junto al quiosco lo dejara encima de una pila, nadie notaría la diferencia.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario