miércoles, 15 de enero de 2014

La noche no es de quien la duerme




La noche no es de quien la duerme : Bernie o Berny, que todavía no sé su nombre oficial, emite hoy unos extraños gritos cuando lo meto en una pequeña caja de plástico mientras le limpio la jaula. Muerde con rabia la tapa verde y sé que si tardo mucho acabará encontrando su punto débil para disfrutar de un poco de libertad.

No quiero correr. Ya que no hago muchas limpiezas de jaula, por lo menos pretendo que las pocas veces que me decido el resultado sea de calidad. En el proceso, lo que puede parecer el sótano de los granjeros que aparecen en los Simpson, termina como la suite en la que Paris Hilton pasaría una noche con la vista de París, un copa de champán y un espejo para preguntarle quién es la más guapa.

Soy concienzudo y no escatimo en guantes, estropajos o botes de lejía. El Señor Rojo aprendería mucho de mí. Y el propio Berny también sacaría algo en claro si prestara atención, pero va a lo suyo : a conocer mundo. No deja de moverse y de atacar todos los puntos en busca del que sea más débil. El 95% de mi cuerpo corre todo lo que puede, pero es el 5% restante, mis manos, el que manda con paciencia de panadero que amasa.

Cuando termino y lo coloco en su jaula, Bernie se tranquiliza. Se mueve despacio, como si se tuviera que acostumbrar al paso de un desorden que era suyo a un orden que todavía no le pertenece y que hay que domesticar. Lo observo. Y él también, como diciéndome : a mí me sobra la energía de noche y tú no puedes más, vamos a cambiarnos. Tiene razón y si le doy tiempo podría convencerme. Además, su jaula ahora parece muy acogedora.

Compruebo que el bote del agua está bien colocado y antes de marcharme veo que ya ha soltado un par de bolas negras en una esquina, reclamando como suya no solo la jaula, sino la noche.   

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