miércoles, 8 de enero de 2014

La caja de las manualidades




La caja de las manualidades : Me asomo a la blosa de los dulces en la mesa de la cocina. La misma impresión que tenía al abrir su caja la caja de las manualidades y descubrir que todas los botes de pintura estaban secos con las tapas pegadas . Me como un par de ellos. Siempre pasa igual: el placer de estas chucherías está en el paseo por la tienda, con la pala de plástico en la mano y la bolsa en la otra como un arqueólogo del azúcar, dejándote llevar por la mirada, que es la que verdaderamente disfruta aquí. Todo está pensado para que los ojos vayan picando de una celda de plástico a otra. Y así debe ser porque la mirada no se llena, no se cansa, siempre quiere más. Es ella la que te dice : aquí, y esto, y por aquí, y de éste, y vuelve atrás. Y vas llenando la bolsa dejando que la lengua se dedique a anticipar los distintos sabores, pensando que lo haces todo por ella. Pero tan pronto sales a la calle y abres la bolsa aprendes que las chucherías solo pueden vivir en la tienda y que, al sacarlas de ella, como con muchos otros objetos, se van muriendo lentamente. Hay tiendas que conviene recorrer como un museo, con las manos en los bolsillos. Algo de esto también les debe pasar a los mellizos porque apenas le hacen caso a los dulces. Me como otro más. 

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