jueves, 28 de agosto de 2014

El lujo de un plato casi vacío



El lujo de un plato casi vacío : La bandeja recién servida, repleta de marisco, parece un escudo con el que defenderse de cualquier golpe de mala fortuna que pueda llegar en el futuro. Esta abundancia funciona también como un conjuro frente a las carencias del pasado, como si así quedaran anuladas, hundidas en el tiempo, sin fuerza ya para afectar al humor: una historia que le pasó a otro. Para que el rito funcione completamente, hay que comérselo todo y hacerse con esa riqueza que una vez en el estómago calienta el ánimo y concede una limitada sensación de ser invulnerable.

Quizás no me guste el marisco porque soy inmune a ese efecto que es más evidente conforme aumenta la edad de los comensales. Frente a esa acumulación de animales, hubiera preferido algo más minimalista. Una camarera que fuera trayendo una pieza de cada en un plato y nos la hubiera explicado. Ahí está para mí el lujo. Sin esa historia, ando un poco perdido, incapaz de valorar todo lo que voy comiendo.  

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