martes, 19 de agosto de 2014

En el trece, la felicidad




En el trece, la felicidad : En el Restaurante “El Risón”, en Castropol, nos sirven una zamburiñas que admiramos antes de empezar. Llevamos un rato disfrutando de la vista de la ría desde nuestra mesa, así que cuando empiezan a traer la comida nuestro primer impulso es mirarla. Al fijarme en las ondulaciones de las conchas de las zamburiñas pienso en esas señales de admiración con las que Keith Haring rodeaba muchos de sus dibujos. Cuando las probamos, descubrimos que esas exclamaciones están bien justificadas. La Naturaleza sabe lo que se hace.

Es una gran comida de la que salimos con buen humor. Gracias a ella, el pueblo que vemos ahora no tiene nada que ver con el que hemos visto antes. Nos vamos fijando en los detalles como si para mostrar su valor solo hiciera falta haber compartido un “Condado de Sequeiras” y un guiso de la casa y unos fritos de rape y unos tacos de pollo y un tocinillo del cielo y dos cortados.

En ese paseo hacia el coche, me encuentro con la fachada de “Villa felicidad”. Me digo que toda la gente que la está buscando no sospecha que se encuentra justo aquí, en Castropol. No es que esté escondida, pero hay que ir pendiente. Pendiente después de haber compartido una gran comida. No es una casa especialmente llamativa: el cartel con su nombre es pequeño y, además, se encuentra en el número trece de la calle. A todo esto hay que añadir un anuncio en una de sus ventanas que indica que se trata de una propiedad privada.

Tantas señales negativas rebajan la ilusión de haber dado con una casa así, como si ella hubiera perdido la fe en sí misma. Pero todo es cuestión de expectativas. Quizás una vez que se entre haya puesta una mesa con unas zamburiñas y una amplia vista sobre la ría. 

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