martes, 5 de agosto de 2014

Esos puntos suspensivos



Esos puntos suspensivos : Las vendedoras se mueven rápidamente detrás de las cajas con los pescados. Llevan redecillas en el pelo y guantes azules. Tan pronto terminan con un cliente, presionan un botón, gritan el nuevo número y el afortunado responde levantando su tique como si le acabara de tocar un premio en esta feria. Mi amigo actúa igual cuando llega su turno. Hasta este momento hemos ido viendo la mercancía, disfrutando del olor, la variedad y la frescura de lo expuesto. En una esquina está la caja con las gambas rojas a 99 euros el kilo. No hace falta gastarse tanto. Mi amigo pide unos voladores y mientras una mujer mayor los pesa, él le explica cómo va a prepararlos, dejando unos puntos suspensivos después de los dos primeros pasos. Hay que haber practicado mucho para soltar esos puntos así. La gente sigue esperando en este pequeño local junto a la lonja pero la mujer ha escuchado el sonido de esos puntos suspensivos, moviéndose por la mesa de billar de la conversación, y en un instante decide terminar la jugada propuesta. Sí, ese arranque está bien para preparar los voladores, pero además es bueno que pique esto, que desmenuce lo otro, que sofría aquello, que deje reposar el conjunto. Para explicarlo, ha dejado de trabajar. Mueve mucho las manos y mira a los ojos. Mi amigo lo repite todo para demostrarle que no se le va a pasar nada por alto. Ella asiente. Las demás siguen gritando los números. Ella asiente otra vez y vuelve al trabajo más convencida, como si todos sus gestos hubieran ganado sentido. El precio final debería ajustarse para premiar estas recetas que van a mimar la compra.

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