sábado, 2 de agosto de 2014

Un rastro de burbujas



Un rastro de burbujas : En algunas ocasiones, Daniel rebaña esa parte de la experiencia que dejo de lado. No es que yo no vea en ella qué aprovechar, pero aparece alguna excusa, como la copa de vino que ahora tengo en la mano, que me detiene. Daniel vive en la edad en la que las excusas apenas tienen consistencia. Poco importa que hoy se haya bañado en el mar y después en otra piscina. Ésta es nueva y, solo por eso, hay que aprovecharla. Tampoco le frena que ya se haya ocultado el sol, que solo queden dos madres charlando encima de una toalla, que los demás niños estén ayudando a poner la mesa en la terraza para cenar. Me sorprende que en cada motivo que le expongo vea una razón más para hacer lo que ya ha decidido. Se acerca al borde de la piscina, se coloca las gafas, se gira hacia mí con el pulgar de la mano derecha hacia arriba y se tira. El sonido del agua refresca el atardecer. Una de las luces de la piscina ilumina su cuerpo al bucear y hace visible el rastro de pequeñas burbujas que va dejando detrás. El segundo trago de vino ya no es tan bueno.

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