domingo, 29 de marzo de 2015

El conductor optimista




El conductor optimista : El conductor del autobús que nos lleva de la zona del aparcamiento a una de las pistas donde todavía queda nieve tiene buen humor. Siempre será mejor hacer este recorrido con los Pirineos de fondo y esquiadores que se suben contentos y descansados y regresan contentos y agotados que llevar a trabajadores dormidos desde Colmenar Viejo a la Plaza de Castilla. Va despacio y recorre con cuidado las curvas como hacíamos sobre el calco para obtener una copia perfecta abajo. No lleva la radio puesta.

A mi lado, una madre habla con su hija en vasco. Solo reconozco algunas palabras en castellano: desastre, coche, ventana, agua. Y claro. Claro la repite muchas veces. Daniel también la usa mucho ahora en vez de vale, mostrando en esos casos que encuentra normal hacer lo que le pides. En cuestión de lenguaje también va creciendo.

Hay momentos de la subida en los que el autobús parece a punto de detenerse. El temblor del motor se nota en los pies. El conductor no se inmuta. Sujeta el volante con una mano mientras con la otra usa un viejo walkie talkie para hablar con la persona responsable de coordinar la situación de los autobuses. Tal vez, más allá de las palabras, también quiera escuchar el ruido del motor para saber si hay que preocuparse.

Me gustaría que el recorrido durara más y disfrutar el punto de vista que se obtiene cada pocos metros. Ninguno mejor que otro. Cuando llegamos a la estación, el conductor se coloca junto a la puerta para ayudar a los viajeros a bajar. Le echa una mano a la madre. Bromea con la hija. Quedan muy pocos días de nieve, con lo que pronto se acabará la temporada de esquí y tal vez su trabajo con el autobús, pero no parece dejar que le afecte. Una de los efectos de estar aquí es que tanto el pasado como el futuro pierden fuerza. Lo único que importa es el presente, extenso y aprovechable como la nieve. 

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