La parsimonia del minutero : Con la lluvia cayendo con fuerza, todo va el doble de
rápido. El segundero se acomoda al ritmo urgente de los niños con sus paraguas
de colores, de los oficinistas que consultan en el móvil cuándo volverá a salir
el sol, del repartidor que lleva anotado el número del portal de la entrega en
un papel, de la ciclista que abre con la rueda de delante una franja sin agua
que cierra la de detrás. A mí también me empuja: siento sus golpes en el
hombro, como la vara del ganadero sobre la res. Pero el minutero, después de
enseñarle cómo gracias al agua las calles se abren a una elevada profundidad, se
pone de mi lado. Y se muestra inflexible : dos vueltas del segundero por cada
paso suyo.
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