jueves, 9 de agosto de 2012

El zoyote




El zoyote : Lucía creó ayer al zoyote. Empezó pronunciando “zorro” y, empujada por el inconsciente, saltó a “coyote”. Nos gustó mucho ese lapsus porque gracias a él tuvimos un nombre divertido (¿quién no querría tener un zoyote en casa?) con el que jugar. Fue nuestra palabra preferida durante todo el día : en cuanto podíamos la sacábamos en la conversación, preguntándonos qué pinta tendría. Lucía se reía y se enfadaba a la vez, con esa facilidad tan suya de mezclar sentimientos opuestos. Al acabar el día ya sólo se enfadaba con una intensidad que prohibía cualquier risa.

Hoy Daniel, nada más llegar a la playa, lo dibuja con una pala en la arena, sin dudar y a lo grande : solo necesitaba un nombre para tirar de él. No tarda mucho. Como se trata de una obra efímera, tenemos que disfrutarla en ese momento. ¡Un genuino zoyote! Playa : Ahí está el zoyote con el que Daniel le da la razón a su hermana después de las bromas de ayer.

Pero la playa me parece ahora un sitio en el que sólo hay figurantes: el que apaga la colilla en la arena, el que se deja el libro abierto sobre la tripa, la que sigue andando de puntillas aunque el agua le llega a la cintura, el que explica cómo hay que darle a la pelota con la pala, la que le hace una foto a su hija con el iPhone, y otra, y otra, la que muestra unos pechos cansados, el que ajusta por tercera vez la sombrilla que se cae, el que se baña con gafas de sol, el que pide monedas para comprar una bolsa de patatas fritas, el que anda más despacio para que veas sus músculos, la que anda deprisa para que no se acumulen las miradas en su culo, la que le pregunta al vendedor negro el precio de un pareo.

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