miércoles, 22 de agosto de 2012

La era del hámster




La era del hámster : Pronto entraremos en la era del hámster. Esta costumbre de definir las épocas con animales es muy china y me parece más cercana. Pasamos la del pez (de acuario), más mal que bien (hubo algunas bajas), cruzamos la de la araña (película y tebeos), la del murciélago (más películas y más tebeos) y en unos días nos instalaremos oficialmente en la del hámster trayendo uno a casa.

Amor a primera vista. Hace unos meses, mientras yo compraba carbón para el filtro del acuario, Daniel se fijaba en un pequeño hámster marrón que debió ver que Daniel era el niño que le convenía. Por parte el hámster también hubo amor a primera vista. Costó bastante separarlos. Daniel le dijo que volvería, que lo de convencer a sus padres era fácil, que los hámster no dan trabajo y el hámster le dijo que le esperaría comiendo pipas y cagando, que son, básicamente, las dos cosas que debe hacer un hámster. Amaral habría hecho una canción muy bonita con esta escena.

Tan claro lo tiene Daniel que se ha pasado el verano buscándole un nombre al hámster.

Veo esta tarde en un cartón de leche un anuncio que te anima a adoptar una vaca. Puede ser una opción. En vez de comprar un hámster, pequeño y aburrido, apadrinar una vaca de Asturias, grande y llena de leche. Puede ser un buen cambio : en Asturias se come bien. ¡Toda una vaca! Cambiaríamos la era del hámster por la de la vaca.

Me imagino llevando una foto suya en la cartera, recibiendo de vez en cuando unas cuantas jarras de leche, leyendo alguna carta suya contándonos cómo es eso de ser vaca y que hay un toro que la mira con buenos ojos, y pensando en traerla a Madrid para que vea esto y conozca a sus hermanos adoptivos. La idea me gusta, básicamente, porque ya nadie manda felicitaciones por Navidad y así me aseguraría una con algunas palabras de cariño, de esas que dicen las vacas por Asturias.

Intento buscar argumentos para convencer a Daniel y no los encuentro. Leo el tetrabrik por si aparecieran consejos para convencer a un niño de ocho años. Nada. Ni siquiera un teléfono al que llamar para que alguna psicóloga infantil logre que un niño vea con buenos ojos cambiar un gato o un pájaro por una vaca de ojos azules rodeada por corazones silbantes, como los del dibujo. Vaya vaca bonita y qué pena que el Fary ya no pueda hacerle una canción, con lo bien que le quedó la del toro.

Pero el vínculo con el hámster es demasiado fuerte. Está en esa edad en la que parece más fácil querer a un animal pequeño que a uno grande. Ya se ha informado sobre lo que le importa : qué come un hámster y qué se hace con él cuando se muere. Se lo imagina ya corriendo como un condenado por su rueda. Y nos ha asegurado que no se le escapará, que le cuidará, que le llevará al veterinario. Esto, no nos engañemos, hace que lo de la vaca sea complicado. Más aún porque Daniel toma leche sin lactosa y no creo que sea fácil encontrar una vaca que de leche así.

Una pena. Voy a por naranjas.

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