sábado, 11 de agosto de 2012

En susurros




En susurros : Es la hora del desayuno y la gente vuelve del bufé con los platos repletos, como si hubieran caído unas gotas y en la playa esperara el Arca, bien pulido y oliendo a barniz. Ahí, por ejemplo, están sentadas tres veinteañeras, de las que suelen compartir una aceituna para comer, concentradas en una montaña de churros que un camionero del este dejaría por la mitad.

Frente a esta actitud, que tiene de fondo cierto ajuste de cuentas con esa madre que nos obligaba a comerlo todo (ahora puedo coger lo que quiera y dejarlo intacto porque nadie me va a decir nada), a los mellizos les repetimos que se sirvan pequeñas raciones y que vuelvan a por más si tienen hambre. Es un buen mandamiento porque sus resultados son evidentes. Lo cambiaría por alguno de la lista de los diez principales, visto que los tradicionales no nos han llevado muy lejos.

Los mellizos aceptan el mandamiento con gusto porque les encanta tener una excusa para no quedarse sentados y subir y bajar las escaleras. Un cruasán. Una cuchara. Tres salchichas pequeñas. Un bollo relleno de chocolate. Una rebanada de pan de centeno. Un vaso con leche fría. Un vaso con leche caliente. Un vaso con leche fría y caliente. Un vaso con leche caliente y fría.

No hay que tirar la comida, les decimos. Pero hay algo más. Es una forma también de educar la mirada para percibir el detalle. Un cruasán en un plato queda enmarcado en él. Cinco cruasanes tapan el plato y se anulan entre sí. Si esa mirada se va desarrollando podrá recorrer lo que sucede alrededor con cierto aliento minimalista, que siempre saldrá en su ayuda cuando falte la gran narración que sirva de soporte.

Hemos bajado tarde y las mesas se van quedando vacías. Este año en la sala hay varias camareras alemanas, quizás porque la gran mayoría de los clientes son también alemanes. Son jóvenes, rubias, altas y se mueven con una precisión que contrasta con los movimientos rápidos y un punto precipitados de los camareros españoles, que anticipan el ruido del plato contra el suelo que no llega a producirse. Transmiten una tranquilidad que asienta el desayuno.

Ahora una de ellas escucha los consejos que le da una camarera española, enlace entre los dos grupos, mientras las dos retiran el servicio de una mesa. Es algo que se dicen en voz baja sin dejar de trabajar. Una habla y la otra asiente.

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