martes, 29 de mayo de 2012

De ciencias o de letras




De ciencias o de letras : El utensilio, que compramos en Ikea, sobrevive a todas las campañas de limpieza que hacemos en la cocina. Llega el momento en el que a  los cajones, repletos de lo que los días van dejando ahí, les toca pasar revisión. El criterio, basado en la utilidad y no en la belleza (contrario al que se sigue al ir de compras por Ikea), acaba mandando a la basura muchos artículos bonitos, monos, resultones, originales y hasta bellos. La realidad queda más despejada y algo más triste. Pero los cajones se abren y se cierran sin problemas y los armarios respiran, como un enfermo al que le hubieran limpiado los pulmones.

El utensilio (por utilizar la palabra de nuevo en vez de tirarla también a la basura y crear más residuos) este de Ikea es bonito. Se trata de un pequeño aro de plástico que tiene, cruzadas, varias láminas finas de metal, como los radios de una rueda. Esta rueda sirve para trocear las manzanas con una exactitud, limpieza, rapidez y profesionalidad que no deja de sorprenderme cada vez que la utilizo. Haciendo presión sobre él, desde la parte de arriba de la manzana, convierte el centro en un canuto perfecto y el resto de la fruta en las hojas carnosas de una flor excesiva y atractiva.

El resultado me hace pensar en esa serie de Fibonacci que se muestra en el corte de una concha de Nautilos. Aquí, a un nivel más básico, también te encuentras con las matemáticas desplegadas en el plato. Dentro de esa manzana está Newton, ofreciéndose. Quizás por eso, Lucía, después de cenar, me pide que se la prepare así.

Daniel me dice que no, que él se la quiere comer a mordiscos. Y lo que veo entonces es una historia, esa que empieza con una serpiente, y un hombre, y una mujer.

No usamos mucho este utensilio (tres veces ya está bien, directa a la basura) y siempre está a punto de ser desterrado, pero cierto temor supersticioso nos lo impide. Cuesta desprenderse de algo que es capaz de encontrar un orden interno en la más deforme de las manzanas. Reconocido su poder, lo devolvemos con cuidado a su cajón, lo cerramos en silencio y salimos de puntillas de la cocina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario