Stone Watching : Supongo que tiene que
ser viernes para que te fijes en una piedra y su sombra, tan redondeada. La
piedra parece decirme :
-Espera,
que te voy a enseñar lo que hago con mi sombra.
Les prestamos poca atención a estas
pequeñas piedras, lo admito. Que si bancos que necesitan billones de pesetas,
que si ahora el yogur helado tiene otro nombre, que si pole o no pole, que si
las banderas son solo trapos menos la mía. Pero la piedra está ahí. El problema
de las piedras pequeñas es que sólo ves la piedra. Si la piedra es grande,
realmente grande, puede que pase Miguel Angel al lado y diga.
-¡Coño! ¡Pero si esa piedra lleva
dentro mi David!
Y ya sabes cómo termina la
historia, con las agencias de viaje encantadas, porque no es lo mismo poner en
el escaparate un poster con el David que un cuenco de piedras, que es como una
invitación a que hagas turismo alrededor de la mesa del salón.
Me agacho y me quedo mirando la
piedra con esa nerviosa impaciencia con la que esperas que a un niño le salga
bien el truco de magia. Lo de la piedra, me tranquilizo, es sencillo, porque
basta con que permanezca inmóvil mientras el sol avanza. Compruebo que la
piedra no se mueve (signo de aprobación) y hago lo mismo con el sol, que se
mueve (signo de aprobación). Sólo queda animar un poco a la piedra. Venga,
piedra.
En lo que espero, me doy cuenta de
que, ahí agachado, la percepción de las cosas varía. Me llega más nítidamente
el ruido que hacen los niños al arrastrar sus mochilas con ruedas por el suelo.
Las conversaciones y los gritos se quedan en la planta de arriba. Aquí abajo
llega, continuo, el rebotar de doscientas o trescientas mil ruedas. Con ese
desfile de zapatos y ruedas pasando encima de ellas una y otra vez, estoy
seguro de que, al terminar, sus sombras ya habrán perdido parte de su
elegancia.
Venga, piedra. El movimiento es
casi imperceptible, pero la sombra se ha desplazado. Todos los miles de kilómetros
que la tierra ha dejado atrás en este tiempo se han destilado en ese milímetro
que la sombra ha avanzado. Muy bien, piedra. Le hago una foto. Me levanto. Es
una manera agradable de empezar el viernes, un poco a lo japonés. Si hubiera
sido más espabilado, me habría podido anticipar y llamar a esta disciplina
“Stone Watching”, pero ya hay gente importante que se ha dedicado a ella durante
mucho tiempo : los tipos del Banco de España, esos tipos, los consejeros de las
Cajas, esos consejeros, los auditores que firmaban los informes antes de que
estuvieran redactados, esos auditores. ¿Que qué hacían? Esto.
Me alejo de la piedra, tan serena,
sin decirle que está en medio del campo de baloncesto. Ya lo descubrirá en el
primer recreo.
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