sábado, 26 de mayo de 2012

Proceso de descompresión




Proceso de descompresión : Burgos no es una ciudad para recorrer a ritmo de Madrid, donde el horizonte se aleja a cada paso provocando esa ansiedad que es marca de la casa. Cuando descubro que he pasado tres veces por el mismo sitio me doy cuenta de que debo hacer la adaptación del tren que cambia de vía. Decido plantarme: al lado tengo una vinoteca, "In vino veritas", así que por qué no. Ahora toca beberse la cultura.

El local se encuentra en un momento equidistante entre la comida y la cena, bendito momento de silencio, de camareras que hablan entre sí, de barra vacía, de sol detenido en las copas, de suelo limpio. Le pido a una camarera un Ribera fuerte. Se vuelve hacia una pequeña cámara con seis botellas. Las repasa de izquierda a derecha, se gira hacia mí y me estudia, como si estuviera eligiéndome una corbata, para regresar a las botellas y decidirse por la que está a la derecha. Un Yotuel. Lo pruebo y asiento.

Me llevo la copa a una mesa alta que hay junto a la ventana. Ya he desfilado por Burgos un par de horas, así que dejo que sea Burgos la que pase delante de mí. Saco el ejemplar de “Dibujos animados” que he comprado en una librería atendida por una anciana de gafas con cordel que me devuelve el cambio contando cada moneda que deja caer en mi mano. Mi posición en el mundo es ésta : al norte, una calle de Burgos, detrás, la charla de las camareras, a la derecha, una copa de vino, y, a la izquierda, Félix Romeo escribiendo cosas como ésta:

“Una braga es lo más diferente a la muerte que conozco”

Trato de leer deprisa y beber despacio porque sólo tengo media hora. He quedado donde el Cid, “imposible perderte”, para ir a ver “La máscara roja”, de la compañía Bambalúa, cenar y terminar descubriendo cómo este año la noche blanca se va transformando en la que pronto será la noche sin blanca : los 400.000 euros de presupuesto del año pasado se quedan éste en 100.000. Y se nota. La noticia no es mala porque se acercan buenos tiempos para el teatro de verdad, el que logra dar vida a los objetos, como el cocinero preparado para sacar el máximo partido de lo que guardas en la nevera. Caerán los grandes y sobrevivirán compañías como Bambalúa, capaz de hacer tanto con tan poco, de sacar vida de lo inanimado, incluida tu cabeza. De gente así serán pronto las plazas y las fiestas. Cuestión de tiempo.

“Una braga es lo más diferente a la muerte que conozco. Íbamos detrás de las niñas. Y olíamos sus bragas. Olían como sólo huelen una braga. Las bragas blancas son las bragas que menos se parecen a la muerte”

Cuando me distraigo me descubro leyendo despacio (el libro es muy bueno) y bebiendo deprisa (el vino también lo es). Este pequeño caos interior contrasta con el orden con el que los burgaleses caminan, como si ellos ya hubieran visto ese horizonte y tampoco fuera gran cosa. Es el ritmo del que vuelve a casa con todas las gestiones solucionadas. Verles es terapéutico y para evitar que puedan interpretar mi mirada como un gesto de mala educación, debería escribir “De Madrid” en una hoja pegada al cristal. Apuro el párrafo, la copa y el último minuto como espectador.

Ya en la calle, miro mis pies. Bueno, qué, ¿adaptados?. Tiempo han tenido. Comienzo a caminar muy despacio. Trato de imaginarme que llevo a un niño de tres años de la mano. No voy a decir que resulte fácil andar así, como si aquí no fuera a atardecer nunca, pero me voy acostumbrando. Mi sombra, todavía con mentalidad de Madrid, me adelanta. “Imposible perderte”. No me conocen.

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