El momento
Chewbacca : Cuando les decimos a los mellizos que se acuesten, realmente les
pedimos que se replieguen y se lleven sus tropas, tomen la forma que tomen,
para crear la ilusión del orden, del silencio y del espacio. Luego no sabemos muy
bien qué hacer con ese orden, ese silencio y ese espacio, así que nos tumbamos
en el sofá con la certeza de que no llegará la inspiración pero sí el cansancio,
que esperaba este momento para ocuparlo todo, el muy cabrón : alguna frase, la
cabeza en un cojín y la pantalla cambiando de color el salón cada segundo.
Hay anuncios, ese género en el que
siempre es sábado por la noche. Me fijo entonces en una figura que cuelga de la
puerta de la ventana. Es Chewbacca. Por un instante temo que esté colgado del
cuello y marque ese momento en el que Daniel pasó de “cielo de niño” a “criatura
del demonio”.
Me levanto, sobre todo, por el
cariño que le tengo a Chewbacca. Con él aprendí que no hace falta entender las
cosas para comprenderlas. Ya son muy pocos los personajes de La Guerra de las
Galaxias por los que me levantaría y no por la película, que sigue caminando
con el paso de un viejo monarca, sino por todos sus fans, que envejecen muy
mal. Que se enteren : el traje de Stormtrooper ya huele a polvo.
Chewbacca está colgado del brazo,
no del cuello, lo que me tranquiliza. Pienso en quitarle el nudo porque no me parece
bien dejarlo ahí toda la noche por muy de plástico que sea. Caridad de
zapatillas. Me detiene la sospecha de que se trate de una aventura que se ha interrumpido.
Si está mal despertar a un sonámbulo en su paseo, peor debe ser romperle a un niño
una historia por la mitad. Además, Chewbacca parece que no sufre.
Vuelvo a la televisión. Caen los
cascotes de Bankia alrededor, pero la publicidad sigue siendo la última trinchera
en la que agazaparse. Cuando empiecen a emitir anuncios rumanos subtitulados,
ya estará todo perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario