lunes, 21 de mayo de 2012

La seta venenosa



La seta venenosa : Mi madre, hoy más abuela que madre, porque ha recogido a Daniel en el colegio, se acerca a mí y me habla. Su tono es lo suficientemente alto para que nos incluya, como la luz en una mesa, a los dos y a Daniel, que anda delante de nosotros.

-Ha repetido un dictado en el que ha escrito jueves con be.

Me imagino a Daniel en un patio corriendo entre palabras. Con unas se lleva bien. A otras, como a la palabra jueves, las trata a patadas. Al oírla mencionar, se queda quieto y se da la vuelta. Me gustaría saber qué le pasa con una palabra limpia, arreglada y que parece vestida por su madre : la encuentras mona pero piensas en la del viernes. Entendería que maltratara al lunes o al martes.

-Es que la última vez me dijiste que era con be, yo la había escrito con uve y me dijiste que era con be.

Le digo que no y el insiste en que sí. Insisto en que no y él me responde que sí. Se me escapa como un chino con kimono grande en un tatami. Pienso que debería desmenuzarle páginas del diccionario en el desayuno para ver si así ponemos un poco de orden en los cimientos. Daniel se me queda mirando con sus ojos verdes, el pelo revuelto y la camiseta blanca saliendo por debajo del jersey rojo.

Sé que las faltas de un hijo suben a la nube y se descargan automáticamente en tu expediente como padre, pero tengo la duda de si afectan también al de la abuela. Por si acaso, insisto un poco porque mi madre es en este momento más madre que abuela y siento la necesidad de quedar bien. Que si be, que si uve, que si uve, que si be. Para zanjar el debate le pido que, en plan flexiones, me diga diez veces cómo se escribe jueves.

Pero no me siento cómodo en el papel del Clint Eastwood de la ortografía porque, lo admito, las faltas me hacen gracia. Pedirles que ahora lo escriban todo bien es como obligarles a llevar pantalón largo y corbata al colegio. Me divierten las faltas por lo que tienen de sorpresa, de seta, vale, venenosa, que crece en el césped perfecto de una urbanización.

Haquí. Juebes. Aora.

Son mutaciones curiosas y, sobre todo, personales, porque hay muchas formas de escribir mal una palabra y una sola de hacerlo bien. Mientras sigan con las faltas, seguirán siendo niños aprendiendo a domesticar el lenguaje y tal y como están las cosas en el exterior, tampoco hay que darse mucha prisa.

Daniel me mira para asegurarse de que lo nuestro con el jueves está cerrado. Le digo que sí. Le digo que puede romper filas.

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