martes, 1 de mayo de 2012

Accidente con una copa de vino




Accidente con una copa de vino : Duerme de día y trabaja de noche, una helada le puede arruinar una cosecha, tiene problemas de cobros, arriesga su dinero y el exceso de oferta está bajando los precios porque no hay forma de estimular la demanda.

Vale

Pero vamos al puesto de Mercavalencia, vacía en este día de fiesta, y, al levantar la puerta metálica, nos muestra las cajas de fresas apiladas, en cada una de ellas ocho envases de plástico repletos. El local, pequeño, huele a fresa.

-Prueba una. No hace falta lavarla – dice.

Elijo una fresa grande, con una carne blanda, jugosa y dulce.

-El secreto está en la cal de la tierra – dice mientras enciende el resto de las luces – Es lo que da sabor a la fruta.

Después añade que el logotipo de la caja te lo hizo un amigo diseñador. Se queda mirando la caja un momento, como recordando todo el proceso.

-¿Buena, eh?

Sí, es buena. Es, quizás, la mejor fresa que me he comido nunca, pero no lo digo porque es la típica frase que pierde sentido si se pronuncia. Buena, respondo.

-No pensaba meterme en algo así con cuarenta y seis años, pero se me ofreció la oportunidad y me lancé. En plena crisis, pero me lancé. Y parece que, para ser el primer año, no se da mal.

Saber que en un local, detrás de una puerta metálica, se encuentra el resultado de un año de trabajo, debe ser una buena experiencia. Tienes algo físico. Algo que puedes ofrecer. Algo que puedes probar. Algo de lo que sentirte orgulloso. Por eso parece tan tranquilo en cada momento, sin pedir más de lo que se le devuelve por el esfuerzo, en un trueque que considera justo. Se ve en la forma de ajustarse el sombrero, de tomarse a broma un accidente con una copa de vino o de caminar por Valencia mientras muestra sus sitios favoritos.

Los demás, me doy cuenta, vivimos en ese desequilibrio que provoca el obtener sólo dinero a cambio de nuestro trabajo

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