lunes, 8 de julio de 2013

Fugas indeseadas




Fugas indeseadas : Igual que un exceso de limpieza parece hacernos más vulnerables a las enfermedades, la proliferación de normas nos vuelve insensibles al sentido común. Ante una duda, en vez de preguntar dentro, asomamos la cabeza fuera para saber qué hacer. Cada tipo de desperdicio a su bolsa, a su cubo, a su contenedor del punto limpio. Muy bien.

Pero esta mañana cierran la piscina porque ayer apareció una caca infantil flotando. ¿Decían algo las trece normas originales de una situación como ésta? No. Dejar algo así a la deriva no incumple la reglamentación. Ese vacío legal que debía llenar el sentido común se queda vacío para que cada uno lo llene como quiera.

La reacción no se hace esperar y por la tarde ya tenemos las directrices :

“En relación con las incidencias que se han venido produciendo tanto en la zona de playa como en el vaso de la piscina, se ruega a los usuarios y responsables de niños pequeños que esmeren la atención en cuanto a sus necesidades (vómitos y defecaciones) así como utilizar para el baño pañales acuáticos especiales para evitar fugas indeseadas”

Así que ya sabemos que no conviene bajar con el niño si tiene un día de posesión infernal y va llenando las paredes de la casas con gotelé orgánico o si el estómago se le ha convertido en una licuadora que le convierte en un Pulgarcito que deja señales por el camino para no perderse o si no tenemos pañales sumergibles y se nos ha pasado por la cabeza hacerle unos con la bolsa del Carrefour. ¡Ah!, dirán los padres, hoy no conviene bajar con el niño.

Esa parte está ya cubierta, pero temo que a alguno le dé por tirar botellas vacías al agua desde su terraza, o libros de Zafón. O que se limpie los dientes. O que baje a lavar las cacerolas. O que haga la colada. No se dice nada de eso. Lo que necesitamos bajo la sombrilla de la piscina no es una socorrista, sino una abogada.

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