martes, 3 de diciembre de 2013

La segunda acepción del mundo




La segunda acepción del mundo : Al ver el belén que seguimos ampliando este año, pienso en la palabra deriva. Para saber si eso es bueno o malo, acudo al diccionario, donde encuentro una definición que me gusta aunque no venga a cuento: “Abatimiento o desvío de la nave de su verdadero rumbo por efecto del viento, del mar o de la corriente”. Esa precisión me reconforta como lector y como escritor. Habría que aplicarse una terapia de un año de lectura del diccionario para purificarse un poco el discurso como los que siguen un régimen para aclararse los órganos internos.

La deriva del belén tiene que ver más con la interpretación de ir “sin dirección o propósito fijo, a meced de las circunstancias”. Insistimos al principio en las figuras fundamentales y luego nos alejamos para que fueran los mellizos los que siguieran con su interpretación. El resultado es un belén en el que destacan los objetos por encima de las personas o la propia historia : una cesta llena de panes, un pequeño tarro de cristal con frutos rojos, una sandía partida por la mitad, una coliflor, un cántaro.

No me parece mal el resultado. Según mi forma de verlo, es en esos objetos donde se sigue repitiendo el milagro, con minúsculas, y donde se encuentra el desafía de buscar en qué seguir creyendo.

Vuelvo a acudir al diccionario para leer si hablar de milagro es una intuición correcta o una exageración. “Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa”. Aparece como segunda definición, pero estoy en esa fase en la que sospecho que el verdadero siginifcado de las cosas se presenta en su segunda o tercera acepción, igual que una persona empieza a mostrarse más fielmente con la segunda o la tercera copa. 

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