domingo, 8 de diciembre de 2013

La última técnica de iluminación




La última técnica de iluminación : Daniel se levanta con los síntomas de una resaca de adulto en el cuerpo de un niño de nueve años. Se tumba en el salón y, mientras se tapa, éstas son las cosas que desaparecen : el paseo por el centro, la visita a unas cuantas librerías, algunas fotos sin dueño, una comida en Flash-flash. Estas son las cosas que aparecen : un cuenco de arroz blanco, unos documentales de animales en alta definición, un vaso de agua con un poco de zumo, “Técnicas de iluminación”, de Eloy Tizón.

Prueba el arroz pero entre su hambre y el cuenco se levanta un muro de gelatina en su estómago. Hablamos. Vemos las extrañas costumbres de una mujer con setecientos gatos y aprendemos que el cerebro va una décima por segundo detrás de la realidad. Otro intento fallido al arroz. Desde mi lado del sofá voy viendo cómo el sol va arrastrando el reflejo de una bola de navidad pintada en un cristal por toda la pared.

El silencio del salón cambia de matiz al abrir el libro de Tizón para leerme el último cuento. No me parece mal momento para acabarlo. Es la historia de un profesor que, en un viaje a Estocolmo, recibe la noticia de la muerte de su hijo.

“Bianca le calmó asegurando que no tenía importancia, que no se desanimase, tan solo era un poco de fiebre, unas décimas, seguro que mañana el niño estaría bien y correteando por el parque, que se marchase tranquilo al aeropuerto, que ya había avisado a Casio al almacén y que vendría en seguida a traer el antibiótico”

Daniel sigue dormido cuando acabo el libro. Sigo el recorrido de la sombra de la bola de Navidad : una figura blanca sobre el fondo dorado con el que el sol ha pintado la pared. Sé que este silencio es un lujo. Un lujo que amenaza con deshacerse cuando María y Lucía entran en casa con el impulso del periodista que tiene una primicia: el concierto de Violetta, la comida en Flash-Flash, las compras. Les digo que esperen, que respeten los pocos minutos que quedan hasta que el sol se lleve la luz y el reflejo de la bola de Navidad.

Queda esa extraña sensación del cuento de Tizón, que también va provocando sus reflejos dentro de mi ánimo.   

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