miércoles, 23 de noviembre de 2011

El juego de Lucía

Lucía se ha paseado esta tarde por la casa golpeando un globo para mantenerlo en el aire. Es un globo que nos dieron en el McDonald´s el viernes y que no ha perdido volumen. Ahora lo veo en el suelo del salón, grande y tenso, como un huevo de aire. En cuestión de globos de restaurante, es posible que no tenga competidor. Los del Foster´s Hollywood, por ejemplo, se convierten en tristes pasas en apenas un día.

No sé si habrá un departamento de calidad para los globos. En estos restaurantes en los que miden el grosor de la hamburguesa, el tiempo que tienen que estar las patatas en el aceite, las rodajas de tomate que se les pone, las semillas que lleva cada pan, lo que pueden estar preparadas antes de servirse, los hielos que lleva la bebida, la cantidad de pepinillos de la hamburguesa mini (uno), la sal que se le echa a las patatas, los pliegues que hay que hacerle al papel que las envuelve o el sentido en el que se le debe administrar la mostaza, no creo que un tema como el de los globos se deje al azar.

Veo el globo y pienso que han hecho un buen trabajo, aunque lo interpreto así porque quiero. Otro podría decir que los globos no cambian porque tampoco lo hacen las hamburguesas, que permanecen iguales día tras día, lo que no es normal. Es mejor, podría seguir este comentarista, la figura de un globo que se deshincha porque eso es lo que se espera que le pase a la comida a la que representa, si es mínimamente fresca.

No lo sé. Hasta fijarse en un globo es complicado. Quizás deba volver a la imagen de Lucía, con su ropa de gimnasia rítmica, recorriendo la casa con el globo, como si pensara en algo. Va y viene por el pasillo, pasa por la cocina, anunciándose con tiempo para que nos adelantemos con las sillas para dejarla pasar, entre en un cuarto, en otro, y acaba en el salón, donde Daniel está viendo la televisión.

Daniel parece ajeno a la escena, pero si Lucía puede ahora jugar con el globo es porque él se acercó a pedirlo al mostrador cuando salíamos del McDonald´s. Lucía le siguió y los dos esperaron y esperaron a que se quedara vacío y pudieran escuchar a un Daniel.

-Por favor, por favor

Que llevaba unos cinco minutos tratando de que le hicieran caso.

-Por favor, por favor.

Hasta que todos los pedidos ya fueron servidos y una de las sudamericanas que atendía al público reparó en él, se acercó y le prestó atención. Asintió y volvió con dos globos, que le tendió a un adulto que acaba de llegar y que supuso que era su padre. Pero su padre era yo y vi cómo ese adulto le pasó un globo a Daniel y, sin reparar en Lucía, le dio el otro a su hija. Daniel le pasó el suyo a Lucía y volvió al mostrador a por otro, pero ya había gente a la que atender, así que esperamos todos porque este es un buen ejercicio, de los que recomiendan los psicólogos. Unos minutos más tarde, le entregan, por fin otro globo.

Lucía le da pequeños golpes con la mano derecha. Eso es todo.

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