lunes, 7 de noviembre de 2011

La banca extranjera huye

18:15 :

- Un grupo de niños y niñas en fila juega al baloncesto : el primero se adelanta, recibe un balón del segundo de la fila, se gira, y tira a canasta, pasando después el balón al siguiente de la fila.

-En la piscina dos niñas pequeñas, con el gorro y traje de baño rojos, atienden la explicación de una profesora. Las veo nítidamente porque los cristales no están empañados. Me gustaría sentir el calor que debe hacer ahí dentro. Me subo la cremallera hasta el final, cubriéndome la boca con el cuello, pero no es suficiente.

-Hace frío, sí, pero en este momento se pone el sol coloreando de rojo todas las nubes como si estuvieran expuestas a una inmensa barbacoa de carbón helado. Como sé que no tengo el nivel suficiente para captar lo que veo, no echo de menos la cámara de fotos.

-Un niño lleva en su mano derecha una naranja perfectamente pelada. La sostiene como si se la hubieran regalado. No. La sostiene como si le hubieran pedido que se la llevara a alguien con mucho cuidado. Apenas tiene hebras blancas y los gajos parecen tersos, como si desearan derramar el jugo.

-Levanto la vista y me fijo en todas las pelotas de baloncesto que hay junto al campo.

-Otro niño lleva el bocadillo de pan de molde con el papel de plata abierto hasta la mitad.

-Tres madres hablan entre sí como si recordaran una fiesta a las que hubiesen acudido todas. Tengo la misma sensación mire al grupo que mire.

-Mientras conducía hacia aquí, una gota de agua ha caído con fuerza en el parabrisas. Ha hecho el mismo sonido que la piedra que hacer unos años rajó el cristal. Parecía que iba a empezar a llover pero todavía no ha ido a más, aunque algunos niños caminan con el paraguas abierto y apoyado en el hombro, cumpliendo una obligación a medias, como desmotivados soldados haciendo instrucción.

-Cuando se acerca la hora y me dirijo hacia la puerta por la que va a salir Lucía, atravieso una zona en la que me llega olor a naranja.

-Se abre un poco la puerta y me imagino a todas las niñas poniéndose los abrigos y abrochándose. Detrás de cada puerta hay un grupo de niños dedicado a una actividad distinta. Los padres esperamos sin prisas, con buen humor, deseando que nuestros hijos hayan aprovechado este tiempo y hayan aprendido algo nuevo que les sirva en el futuro.

Ese futuro, sin embargo, va cambiando rápidamente porque nosotros, los adultos, no estamos haciendo muy bien las cosas. Se puede decir que no estamos a la altura del esfuerzo de todos estos niños. Hay que reconocerlo. Se están preparando para una obra en un teatro que vamos desmontando. La deuda soberana, que es la que, en cierto modo, garantizamos con nuestro trabajo, con lo que somos, es despreciada por los bancos extranjeros. En apenas nueve meses, el BNP Paribas ha vendido 3.400 millones de euros en deuda española, el Barclays, 2.552 millones, el Deutsche Bank, 1.424 millones, el Credit Agricole 978 millones, la Societe Generale, 920 millones, el DZ Bank, 303 millones, el Commerzbank, 300 millones y el ING, 245. Muchas gracias a todos. El dinero, ya se sabe.

Lucía camina a mi lado. En la piscina no queda nadie. Un hombre gordo va guardando las pelotas de baloncesto en una gran bolsa.

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