Al final del
pasillo : En los pasillos del colegio están expuestos los trabajos que han
hecho todas las clases. Hay un agradable ambiente de mercadillo cultural en el
que todos estamos contentos por varias razones : hacemos algo con nuestros
hijos, comentamos sus trabajos, hablamos con los profesores y, sobre todo,
sabemos que la cosa termina antes de comer.
Este vago optimismo de mañana de
sábado filtra los titulares económicos, que se quedan fuera, como la mierda de un acuario en la capa de carbón.
Abruma la cantidad de obras que
salen de las aulas de un colegio cuando pone a sus alumnos a crear. No hay
medida. Es imposible encontrar un solo hueco libre en la pared, del techo
cuelgan fotos o dibujos y varias mesas presentan trabajos de investigación
repletos de textos y de fotografías. Es lo que pasa cuando miles de dedos
nerviosos, de ojos ansiosos, de cerebros inquietos se coordinan. Qué lástima
que al final del pasillo les espere el Excel.
Aunque un motivo sea el mismo, la
ejecución es totalmente distinta : del concepto de hamburguesa salen treinta
diferentes a pesar de que Mc Donald´s quiera que pensemos sólo en una, la suya.
Como la exposición permite seguir las obras por edad no cuesta descubrir que
cuanto más pequeños son, mayores las diferencias. Lo que se pierde en técnica
se gana en concepto. Es más fácil que un niño entre por el ojo de la aguja del
arte a que lo haga Damien Hirst.
Daniel : Esos son los dibujos de
los pequeños.
Lucía : … (Subrayando con su
silencio la frase de Daniel)
Lo cierto es que, por ahora, al final
de este pasillo hay varios castillos hinchables y están deseando salir a
saltar. La edad. No tiene sentido que pase más tiempo viendo estos dibujos que
sus trabajos. Lo admito, pero. Los recorro rápidamente, fijándome en todo. Sirviéndome
de nuevo de la imagen del acuario : soy el pez que se come rápidamente los
trozos de comida que le echan. No mastico (soy un pez), no paladeo (soy un
pez). Me dedico a llenarme la tripa todo lo que puedo mientras los
“venga,venga” van tirando de mí.
Finalmente tengo que desistir.
Momento en el que me doy cuenta de cómo funciona esto. No se trata de mostrar
las cualidades artísticas de ese monstruo de mil manos que ocupa todas las
aulas, sino de recordarte que alguna vez tú hiciste cosas parecidas. Que has
terminado atado al Excel, qué le vamos a hacer, pero antes también estabas vivo
y podías hacer algo así. Así que.
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