martes, 19 de marzo de 2013

Los primeros años de un animal disecado




Los primeros años de un animal disecado : Esta es una casa en la que se cuida tanto a los peluches de animales que me he acostumbrado a llevar mis celos por ellos como los tiburones esos peces que viven pegados a ellos (aunque tengo tantos ya que un día ya no se me va a ver). Los peluches ocupan el mejor lado de la cama y en su blanda superficie peluda se conserva ese cariño infantil que empieza a huir de esa piel que se nos pone a los tiburones cuando estamos un par de días sin afeitarnos.

Yo creo que los peluches notan ese cariño y que a su modo son felices. Así que, por ese lado, todos contentos en una situación que, hasta aquí, no difiere demasiado de la que se puede encontrar en casas en las que ningún niño muestre prematuramente vocación de cirujano.

Pero aquí la felicidad es más completa, como un periódico el domingo, porque los peluches saben que se les seguirá tratando bien cuando crezcan. Todos los peluches, es la ley de vida de su sector, terminan abandonando esta fase de ojos grandes en rostros pequeños y empiezan a coger peso, su piel se vuelve dura, las extremidades pierden flexibilidad y comienzan a ponerle pegas a cualquier juego que les propongan. Deberían advertirlo en las tiendas.

Es entonces cuando acaban en un vertedero (o punto limpio, en su traducción new age), en un sótano, como premio en ferias de pueblos pequeños o, en el mejor de los casos, vuelven a vivir una segunda falsa segunda vida en la camas de esas veinteañeras a las que su novio les regala el peluche más grande que encuentran para que ellas se acostumbren a dormir con algo peludo a su lado

Aquí saben que su fin será distinto, que cuando no haya sitio material para ellos se les llevará al Museo de Ciencias Naturales, que Daniel insiste en visitar no solo para aprender de lo que hay expuesto, sino para buscarles un sitio. Allí los llaman animales disecados, pero cualquiera con un poco de imaginación se los puede imaginar de pequeños conservando los últimos rescoldos de una forma de querer que, también, otra ley de vida, debe cambiar.

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