Pis en la alfombra
: El enfado de mi dentista se va amontonando en los diminutivos que utiliza.
Conviene contarlos mentalmente para saber cuándo se debe prescindir del humor
como técnica de defensa.
-Hay que prestarle un poquito más
de atención a los dientes.
Diez, por ejemplo, te obligan a
escuchar la charla como un portero que se hubiera pasado más tiempo dentro de
la portería que fuera, como un cachorro que no supiera todavía dónde tiene
permitido orinar, como un camarero que descubriera al ver salir los postres de
la boda que había confundido el azúcar por la sal.
Al llegar al baño por la noche me
encuentro con todos los animales en el lavabo. Debería cogerlos y devolverlos a
la bañera, que es el hábitat de los animales acuáticos de plástico, pero cierta
estética en su distribución me impide ni siquiera tocarlos.
-Hay que darle un repasito a las
encías con la cuerda.
Tengo el cepillo en una mano y la
pasta en otro. Juro que venía con la intención de limpiármelos hasta que se
vieran los dientes de leche, pero lo que me encuentro también me parece una
historia a medio contar. ¿No está el cocodrilo desterrado? ¿Es imaginación mía
o el mamut está a punto de levantar la palanca del grifo para que caiga el
agua? ¿Y no está colocado el dinosaurio como una referencia para los demás
animales que parecen a punto de morir?
Devuelvo el cepillo y la pasta a su
sitio y me guardo la determinación sin usar, que es escasa y no conviene
desperdiciarla. Sé que me he ganado un diminutivo, que he encajado un gol, que he
hecho pis en la alfombra, que he confundido dos tarros. Solo espero que mañana, cuando
me levante, la historia haya terminado y que merezca la pena y que antes de que
siga hablando mi dentista pueda hacerle un gesto con la mano derecha, escupir
en el desagüe de mi izquierda y decirle :
-Es que tengo un cuentecito muy
bueno que contarle.
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