lunes, 18 de marzo de 2013

Pis en la alfombra




Pis en la alfombra : El enfado de mi dentista se va amontonando en los diminutivos que utiliza. Conviene contarlos mentalmente para saber cuándo se debe prescindir del humor como técnica de defensa.

-Hay que prestarle un poquito más de atención a los dientes.

Diez, por ejemplo, te obligan a escuchar la charla como un portero que se hubiera pasado más tiempo dentro de la portería que fuera, como un cachorro que no supiera todavía dónde tiene permitido orinar, como un camarero que descubriera al ver salir los postres de la boda que había confundido el azúcar por la sal.

Al llegar al baño por la noche me encuentro con todos los animales en el lavabo. Debería cogerlos y devolverlos a la bañera, que es el hábitat de los animales acuáticos de plástico, pero cierta estética en su distribución me impide ni siquiera tocarlos.

-Hay que darle un repasito a las encías con la cuerda.

Tengo el cepillo en una mano y la pasta en otro. Juro que venía con la intención de limpiármelos hasta que se vieran los dientes de leche, pero lo que me encuentro también me parece una historia a medio contar. ¿No está el cocodrilo desterrado? ¿Es imaginación mía o el mamut está a punto de levantar la palanca del grifo para que caiga el agua? ¿Y no está colocado el dinosaurio como una referencia para los demás animales que parecen a punto de morir?

Devuelvo el cepillo y la pasta a su sitio y me guardo la determinación sin usar, que es escasa y no conviene desperdiciarla. Sé que me he ganado un diminutivo, que he encajado un gol, que he hecho pis en la alfombra, que he confundido dos tarros. Solo espero que mañana, cuando me levante, la historia haya terminado y que merezca la pena y que antes de que siga hablando mi dentista pueda hacerle un gesto con la mano derecha, escupir en el desagüe de mi izquierda y decirle :

-Es que tengo un cuentecito muy bueno que contarle.

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