viernes, 16 de marzo de 2012

El repartidor de pizzas



El repartidor de pizzasAl salir de la clínica veo a un repartidor de pizzas intentando arrancar su moto. Son las ocho y media de la tarde y he sido el último paciente de la dentista, que se marcha después a su casa a prepara las maletas para el puente

-A primera hora mañana salgo para el norte, a pasar estos tres días en casa de mis padres – me dice.

Aunque me ha dormido el labio de abajo (Primero con tres pinchazos bien elegidos y después, viendo que seguían sensibles algunas zonas rebeldes, con un ataque completo que me hace pensar en el arraque de “El Imperio Contraataca”), puedo desearles a ella y a la asistente un feliz puente. Lo que logro pronunciar es bastante, bastante aproximado a lo que tengo en la cabeza, y lo que se pierde en el camino son los errores lógicos de cualquier comunicación.

-Y tú también – me responden.

Me cae bien esta dentista. Me gusta cómo usa los diminutivos y cómo me pide que mueva la cabeza de un lado a otro, como si estuviera en la silla de un peluquero.

-Abrimos grande, así, con la barbilla pegada al pecho  – dice.

Y ella se va entreteniendo con mis dientes, eligiendo qué accesorios de los que tiene en su bandeja necesita. Parece que estuviera montando alguna maqueta o restaurando algún cuadro. Ella y la asistente me prestan una atención profesional que yo les agradezco portándome como un paciente perfecto, como el mejor que te puede tocar un viernes a las ocho, cuando en tu casa te esperan las maletas. No es fácil permanecer impasible porque ciertas partes de las encías siguen despiertas a pesar de las sucesivas oleadas de ataques de cazas y del paso implacable de los AT-AT. En cierto modo me siento orgulloso de esa resistencia, aunque me duela. Por todo hay que pagar un precio.

-Pues ya casi está – me dice.

Cambia el accesorio del torno y empieza a aplicar una pasta sobre los dientes que antes ha recogido de una especie de paleta. Es el final, la parte artística, que termina cuando acerca a los dientes la lámpara que tiene encima y da por bueno lo que ve.

-Pues ya está.

Coloca el sillón en su posición normal y por un instante tengo la sensación de que va a darme un espejo para que pueda ver cómo han quedado los dientes. Es tan profesional que le ha quitado parte de la épica al hecho de venir al dentista. Te llevas el labio dormido a casa, pero poco más. Nadie te va a agarrar de las manos para darte consuelo mientras le cuentas esto. Nadie va a bajar al chino a por un helado para que no te duela.

Al salir de la clínica, ya de noche, veo a un repartidor de pizzas intentando arrancar su moto. Aprieta con fuerza el pedal y solo logra que la luz roja de atrás se ilumine levemente, como si fuera el adiós de una moto agotada que se supiera chatarra. Insiste varias veces. Supongo que detrás tendrá una pizza recién hecha. Vuelve a insistir.

Creo que la situación en la que vivimos debería servir para exigirle un poco más al lenguaje. No se puede llamar trabajo a lo que hace este repartidor y a lo que hizo la ex directora de la CAM, la señora Amorós. Los dos no pueden responder al móvil diciendo :

-Ahora te llamo, que me pillas en el trabajo.

No puede llamarse trabajo a cualquier actividad por la que se reciba un pago. Lo del repartidor, al que no le arranca la moto, es otra cosa. Lo de la ex directora de la CAM, también, ambas con un nombre distinto.

Me quedo mirando hasta que veo que la luz roja cobra intensidad y la moto arranca. El repartidor se sube a la moto en un segundo y sale sin dudar a la carretera, como si en vez de una pizza llevara un corazón a la sala de cirugía de un hospital. Ahora todos los semáforos están en verde.

María les ha calentado una pizza a los enanos. Les digo que todo ha ido bien. A pesar de que me han recomendado que tome cosas frías, sé que voy a comerme un trozo de pizza. La dentista, que sabe más por mujer que por dentista, también me advierte :

-Y si vas a comer algo, ten cuidado de no morderte la lengua.

Así que mastico despacio, muy despacio, para comerme sólo la carne que lleva la pizza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario