domingo, 4 de marzo de 2012

La intuición arrugada en el bolsillo



La intuición arrugada en el bolsillo : Todo puede empezar con una intuición que hace que te detengas justo debajo de esa camiseta para comprarla. Sacas un billete arrugado del bolsillo, que no alimentaba ningún deseo en particular, y te la pones. Con ella encima, sigues caminando hasta que, en otra tienda de objetos de recuerdos, encuentras un pantalón y unas botas. Hay varios pantalones y varias botas auténticas con el número siete, pero tú quieres las que te permitan seguir conservando esa intuición que en ese momento apenas sirve para sugerirte una dirección, como un cartel en un idioma desconocido. Eres ahora alguien con una camiseta, un pantalón y unas botas que sigue caminando sabiendo que hoy puede coincidir todo. Te dejas llevar por las calles y las calles te llevan hasta una peluquería en la que una mujer cierra un libro de Pessoa, saca las tijeras de un cajón y sin decir nada te hace ese peinado que exige la camiseta del número siete. La mujer te habla en portugués y tú vas escuchando hasta que, sin saber cómo, respondes tú también en portugués con algo de miedo al principio y ya con soltura cuando ella, agitando la tela para que todo el pelo caiga al suelo, se despide. Los niños te señalan. Una quinceañera se separa de sus amigas y te pide un autógrafo en un cuaderno repleto de bocetos de la ciudad, a punto de terminar el de una catedral. Tu firma no es tu firma hasta que ella te coge la mano y te la va guiando, prueba tras prueba, hasta que sale perfecta. Añades que le deseas un buen día. Sigues caminando seguido ya por una multitud que te va haciendo fotografías para desmenuzarte en millones de píxeles. Para que no te corten el paso, un policía y después otro y otro se colocan a ambos lados para que puedas avanzar hasta el coche que te espera a unos metros. Te subes en él y sigues a dos policías en moto que te llevan hasta el estadio. Dentro de tu pecho notas un motor que se revoluciona. Devuelves los saludos. Tu ego es una escalera muy alta que te permite llegar, por fin, a esa ventana. Entras directamente en el aparcamiento y no te cuesta nada encontrar el camino hasta el vestuario porque una vez hiciste la visita y caminaste por aquí imaginando ser parte de todo esto sin saber que antes, primero, tenías que imaginarte comprando una camiseta colgada en un puesto. Después ya es fácil : Higuaín te pasa el balón y metes el primero de los cinco que recibe el Español.

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