miércoles, 14 de marzo de 2012

La rusa de Aragón




La rusa de Aragón : En el césped, poco que ver. El Madrid va a cortar este árbol del CSKA usando una lima de uñas en vez de coger la motosierra. Es lo que han repartido en el vestuario, cosas del utillaje, y así afrontan el partido. Lo que nos deja a los espectadores con la emoción del que, en una peluquería, observa a una abuela mientras se seca el pelo. Mou se enfadará, lo sé, pero es que es difícil animar cuando la abuela va a lo suyo, que es leerse su revista lentamente.

-¡Vamos, abuela!

Los ultras gritan y aplauden, fijando su atención en algo que tengo a mi derecha. Veo a una mujer rusa con el pelo rubio y corto, de pie, moviendo sus caderas mientras, con los brazos levantados, sostiene una bufanda con los colores del CSKA. Tiene una sensualidad que mezcla la de la azafata de pista de fórmula uno (de cintura para abajo) y la de la presentadora de un asalto de boxeo (de cintura para arriba). La suma de las dos mitades da más que uno, en una sorprendente pirueta matemática que fascina a los ultras, a mí y a todos los que rodean a la rusa.

Abajo, decía, la lima y el árbol, así que volvemos a la rusa. La rusa hace muchos gestos con las manos. En uno de ellos, sutil, se las coloca entre los muslos y luego las lanza hacia afuera, como si arrojara al público algo que guardara ahí. Igual es su forma de desearnos fertilidad y buena cosecha. No sé ruso. Está buena esta rusa. Lo digo en el sentido con el que una madre te mira y te dice “estás bueno tú hoy”. Además es guapa, en el sentido que le da Turguéniev, al que he empezado a leer hace un par de días y que menciono aquí porque también era ruso y le da cierto nivel a la crónica.

Ronaldo mete medio gol y el portero se mete el otro medio. Sale Benzema y añade otro gol antes de que por megafonía terminen de anunciar su cambio. Pero no nos engañemos. Los rusos parecen pedir nieve para sentirse sueltos y como hace noche de verano eso debe de afectar su sentido de la orientación : el norte queda dos metros por encima de la portería, o a la derecha. Ya es tarde para calibrar las botas y Casillas lo sabe. Y el resto del equipo. Y nosotros, por lo que volvemos a la rusa.

La rusa tiene también sus referencias levemente alteradas. Una alteración que resulta amena y estimulante. Ahora le señala a un madridista su camiseta y después hace ella el gesto de desabrocharse su blusa. Así funcionaba la economía en su época del trueque, los que nos pone a todos un poco nostálgicos, de cuando no dependíamos de los bancos, de las inyecciones de liquidez del BCE o de los ajustes o recortes. Al madridista le falta ese desparpajo que a la rusa le sobra, así que hace amago de quitarse la camiseta pero se frena, como si temiera enseñarnos la barriga.

Pero hombre.

Un momento de duda, pues, que provoca a los ultras, que empiezan a pedirle, a gritos, a coro, que se la quite, que sea educado con la rusa, que aquí respetamos a todos y que está bien que el intercambio entre aficiones no se limite al banderín que se entregan los capitanes y que luego acabará en la pared de un bar junto a los trofeos de mus de la peña. Hay que estrechar lazos entre los pueblos, que así nos estamos garantizando no sólo el cariño de la rusa, sino, quién sabe, el futuro suministro del gas de su país hacia el nuestro. Todos pensamos en ese gran gaseoducto mientras animamos al hombre a mostrar un poco mas de su barriga y otro más. Pero el buen hombre se echa atrás, sonríe y niega con la cabeza, recogiendo sus cartas sin esperar a ver si lo de la rusa es un farol.

Xavi Alonso da un gran pase. Ozil muestra parte de sus habilidades. Sale uno del CSKA y entra otro y por los altavoces la traducción del cambio al ruso parece extenderse como si comenzara la lectura de Guerra y Paz. Animan más los del CSKA, pero esto suele pasar en el Bernabéu, donde las cosas son un poco extrañas, hay que admitirlo.

¿Dónde habría llegado la rusa en su trueque? Eso no lo sabremos. Antes de que se termine el partido (en su vertiente temporal, porque en juego hace tiempo que ya se ha acabado), ella se marcha, acompañada por un tipo grande, calvo y gordo que camina a su lado como si fuera su guardaespaldas, su pareja y su padre a la vez. Para controlar a una mujer así hay que representar todos esos papeles en uno. Ese hombre se gana mi admiración.

Y ahí se termina el partido para mí. Se lo digo a mi hermano y le parece bien. Pisamos unos cuantos pies al salir. Abandonamos el estadio antes de que salga el resto de la gente. El último gol, el de Ronaldo, nos llega cuando vamos a meternos en el metro. Como si consigue seis más en los dos minutos que le quedan : éste será el partido de esa rusa que desde las gradas, en plan Agustina de Aragón, habría podido defender ella sola lo que sus chicos no lograron en el césped.              

No hay comentarios:

Publicar un comentario