lunes, 1 de octubre de 2012

Chewbacca como destino




Chewbacca como destino : Disfruto del placer inesperado de esta tarde que el verano se olvidó al marcharse. Las madres (apenas hay padres) esperan a las puertas del polideportivo a que terminen las extraescolares. Reunidas en pequeños grupos, como abejas activas, aprovechan para transmitirse información sobre sus hijos, las profesoras, el colegio, el país, el mundo con la seguridad que les da tener en una bolsa la merienda preparada. Yo, zángano, me he vuelto a olvidar la de los enanos. Habrá que improvisar.

Me coloco entre las dos puertas del polideportivo. Equidistante para no mostrar preferencia por Daniel (que saldrá por la de la izquierda) o por Lucía (que saldrá por la derecha). Hago tiempo contando madres que hablan, madres que asienten, madres que se giran para ver si su hijo pequeño está alrededor. El orden de las madres no altera el producto. No hay conjunto vacío de madres. Recordar la teoría de conjuntos no soluciona el problema de la merienda.

La primera en abrirse es la puerta de Daniel. Sale con el kimono de judo que ha estrenado hoy. Se queda un rato en la puerta, dudando. En ese momento la puerta parece el marco de la fotografía de la casa de mis padres en la que aparezco yo sentado con un kimono, sonriente, con las manos apoyadas en los muslos. Quizás Daniel piense que no debe salir con el kimono puesto. De mis años de judo sólo queda esa fotografía y los puntos que el profesor de judo nos entregaba cada vez que hacíamos algo bien y que al final del año cambiábamos, como en una feria, por los cinturones que nos ofrecía. Ven, le digo. Recuerdo el sudor, el ruido de las colchonetas cuando caíamos, el olor a pies, el saludo. Creo que si no fuera por esa fotografía hasta esos pequeños recuerdos se habrían alejado como un barco al que le cortas el amarre. Ven, le vuelvo a decir, vamos a enseñarle al mundo que hay alguien más que se ha apuntado del lado de los buenos.

Al rato sale Lucía de su clase de gimnasia rítmica, completamente de negro. Pregunta por la merienda. Se enfada cuando le digo en qué situación nos encontramos y qué alternativas propongo. En las manos de todas las madres florecen bocadillos sanos y jugosos y yo solo ofrezco planes de ruta. Laura se enfada : si tuviera a tiro un planeta lo volaría con el rayo de la muerte. Podría pedirle a Daniel que se enfrentara a ella por la República, el bien de la Galaxia y todo eso, pero todavía no sabe hacer una llave y esas cosas quedan feas entre hermanos.

Ofrezco palmeras de chocolate, donettes, dorayakis. Cualquier cosa por poner un poco de orden en el Universo. Camino del coche, envuelto por su silencio, me siento torpe como Chewbacca.  

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