miércoles, 3 de octubre de 2012

Razones para una capitulación




Razones para una capitulación : Puedo decir que han sido casi siete años inventándome cuentos para los mellizos. Siete años que han servido, sobre todo, para darme cuenta de lo difícil que es imaginar y para experimentar ese cansancio que nace de la impotencia de crear una historia interesante. La cabeza no deja de arrimarse a los tópicos, a los lugares comunes, a las moralejas habituales y es casi imposible alejarse y abrir un sendero nuevo por el que puedan caminar con otro ritmo el que cuenta y el que lo escucha. A veces parece que el cerebro no estuviera especialmente interesado en la imaginación, como forma de combinar de manera diferente los elementos habituales, y prefiriera, por un tema de supervivencia, la repetición y la constancia para protegerse frente a lo inesperado.

El caso es que he dejado de inventar cuentos y ahora leo los que escribió Gianni Rodari. Este escritor de cuentos infantiles, que llegó a publicar una “Gramática de la fantasía”, sabía cómo estimular la imaginación para producir historias sorprendentes a partir de combinaciones inesperadas. Y ahora, liberado de la presión de crear cuentos nuevos, el momento de contar el cuento se convierte en una actividad distinta en la que la atención se puede fijar en otros aspectos. El propio Rodari lo explica :

“Mientras el río tranquilo del cuento corre entre los dos, el niño puede finalmente disfrutar de la madre a sus anchas, observarle el rostro en todos los detalles, estudiarle los ojos, la boca, la piel…Escuchar, escucha,; pero se permite de buen grado distraerse de la narración – por ejemplo si ya conoce el cuento (y por ello, quizá ha pedido maliciosamente su repetición) y, por lo tanto, sólo debe controlar que avance regularmente. Mientras tanto, su ocupación principal puede ser estudiar a la madre, o al adulto, lo que raramente puede hacer cada vez que quisiera” Pagina 131

Ese juego del análisis no va solo del hijo al padre, sino del padre al hijo. Ahora puedo, leyendo la historia a mi ritmo, fijarme en las reacciones, detenerme ante las preguntas o disfrutar de las reacciones cuando llega el final. Es el cuento, sí, pero, sobre todo, lo que rodea al cuento.

Aunque lo cierto es que si he dejado de inventar cuentos es, básicamente, por un tema de egoísmo. Lo del cansancio es, como siempre, una excusa. Después de tantos años yo también quería que alguien me contara un cuento. La realidad empieza a ser agotadora (y aburrida) y necesitaba alguien que me estimulara con su imaginación. Les digo que les voy a contar un cuento, claro, pero en el fondo yo también experimento placer cuando leo el título y, como ellos, me dejo llevar por estas historias que casi siempre están a la altura de lo que prometen y que me dejan con el ánimo dispuesto para abandonarme a un sueño tranquilo. 

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