sábado, 20 de octubre de 2012

Un pase de sofista




Un pase de sofista : Desde que tengo uso de razón (pongamos que desde la hora del desayuno), he estado en contra de Halloween. Firmes principios : es una fiesta extranjera, sin tradición, infantil, a la que solo le late ese corazón de un único ventrículo que es la caja registradora. Bolsas de gominolas de fantasmas en las gasolineras, gorros de bruja en los chinos, baratos disfraces de vampiros en el Carrefour : esa rutina de miedo deshuesado que cubre todo como hace la arena con una toalla olvidada en la playa.

Andaba yo sintiéndome como esa toalla (un existencialismo transparente que uno se puede quitar de encima con una palmera de chocolate) cuando por las paredes de la calle del Doctor Cortezo veo una forma distinta de proponer Halloween. En unos carteles aparece una chica frente a la puerta de su casa, más desnuda que vestida, y con la cabeza cubierta por una calabaza.

Las firmes convicciones están bien, vale, pero no nos vamos a poner tan serios. Que esta fiesta no quiera decir nada es algo a su favor, porque cualquiera puede celebrarla. Ni raíces, ni sentimiento colectivo, ni sentimentalismo histórico, ni pertenencia a la tribu. Te compras las gominolas, el gorro y el disfraz de vampiro y te vas a llamar a puertas como la del cartel sin miedo y sin dudar : lo que realmente quieres es que te den calabazas.  

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