viernes, 7 de junio de 2013

Góndola pirata




Góndola pirata : En el sorteo de manualidades, el bombo no es generoso conmigo y me toca enfrentarme a la lancha motora y al barco pirata. Había rivales mucho más fáciles, como la canoa, a la que podría enviar al equipo B de mi talento (B de bajo) sin demasiadas complicaciones. En vez de dedicarme a crear los planos de lo que me corresponde, fantaseo con lo fácil que habría sido crear una canoa : veo canoas por todas partes, pero ningún rastro de lanchas motoras y, menos aún, del barco pirata.

Convierto la mesa del salón en un astillero de cartones, reglas, lápices, tijeras y gomas de borrar. Lucía y Daniel me miran sin saber muy bien qué voy a hacer porque yo mismo debo tener la cara de no tenerlo muy claro. Me muevo con la intuición de lo que debe ser un barco (¡para qué mirar uno en Internet!) y en una hoja voy dibujando las piezas como si, en vez de un barco, le estuviera diseñando la segunda equipación a Barbarroja. Trato de ser muy didáctico en lo que voy haciendo, como si tuviera delante una cámara de Canal Cocina : paso a paso, aunque la distancia entre el barco que construyo con palabras avance más que el real. Una auténtica burbuja en el mundo de las manualidades que acaba explotando cuando Lucía y Daniel me piden permiso para ir a ver la tele. Les digo que sí, en lo que me suelto de esa telaraña en la que yo mismo me he metido.

El barco, pensado originalmente como una base con dos trozos de cartón, irá sufriendo modificaciones a lo largo del fin de semana conforme vaya sustituyendo a los maestros de obra, como el que echa a un entrenador tras las goleadas que yo mismo me voy metiendo por no empezar con las ideas claras (¡para qué mirar uno en Internet!). Como esos edificios que resumen varias épocas, basta echarle un vistazo al barco para descubrir la fase de la confianza, la del pánico y la de la ornamentación. Cada una estropea más la anterior y crea las bases para que la siguiente sea un fracaso.

Yo mismo me impongo la penitencia : más cola blanca con trozos de periódicos (aquí sí que sigue mandando la prensa escrita), más trozos de cartón, más programas de radio a la una de la noche para que cada apaño se seque a tiempo y pueda pintarse de nuevo. Lo que va saliendo parece el Lada de los barcos piratas, la marca blanca de un astillero para piratas que no tengan más vocación que la de asaltar las barcas de pedales de los jubilados de Benidorm. Joder. Se me caen los párpados, pero tengo que seguir porque, mientras, voy haciendo retoques a la lancha, a la que le doy un enfoque minimalista. Es como escribir a la vez una novela negra urbana y una aventura de quinceañeras.

Cuando están ya secos, Lucía y Daniel se ocupan de darles los últimos retoques a los barcos. No sé si navegarían, pero mi autoestima sí que hace aguas (¡para qué mirar uno en Internet!). Cuando mis sobrinos vienen a vernos, Daniel lo presenta en sociedad.

-Es un barco pirata que parece una góndola.

No es una mala definición. Los dos parecen sinceros cuando les pregunto si les gustan y asienten. Quizás es que tenían las expectativas tan bajas que encontrarse con algo que pueden enseñar hace que su orgullo se mantenga a flote.

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