viernes, 21 de junio de 2013

Lluvia de jabalinas



Lluvia de jabalinas : Estos son los sacrificios que nadie anota : de las cuatro sillas de la terraza, me ofrezco a ocupar la única en la que da el sol. Lo que lanza no son rayos, sino jabalinas que me atraviesan por todas partes, cubriéndome de heridas de las que sale sudor a chorros. Es una batalla que doy por perdida y que no tiene, ya digo, cronistas. El camarero pregunta qué queremos, y lo anota, y suelta un par de comentarios que me parecen graciosos pero no se gira para preguntarme si quiero que me meta un corcho, por tenerlo a mano, en mis múltiples laceraciones. Tampoco me importa demasiado porque sé que tengo la batalla ganada, salvo que la tierra deje de girar. Podría ocurrir y sería de esas veces en las que podría recordar exactamente dónde estaba, hecho un surtidor, un alfiletero de agujas de luz. Pero la tierra gira. Debería haberme puesto unas gafas de sol pero tengo la impresión de que me desnudan la mirada. Con ellas soy más transparente, lo que tiene sentido, porque lo primero que hacen los magos para ver algo es, precisamente, cubrirse los ojos. Aguanto sin emitir ninguna queja verbal, que ya habla mi cuerpo con esas gotas que salen como si me estuviera escurriendo por dentro. El camarero trae los pinchos, los vinos, los cubiertos y un par de botellas de agua. Me gustaría tanto que me pusiera la mano en el hombro como reconocimiento. O dos palmaditas. Cualquier gesto.

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