Un periódico, cualquiera : Entonces había un tranvía que cruzaba parte de la finca y al escuchar el sonido de la alarma que anunciaba
que se iban a bajar las barreras todos podíamos intuir qué hora era. Una de las
escenas que más me gustaba era cuando esperaba en la última parada con las
luces encendidas rodeado por la noche. Al lado había un puesto que vendía
periódicos y chucherías en el que se podían practicar unas cuantas frases
elementales en francés. Su luz no era tan intensa como la del tranvía, pero las
dos acababan ajustándose creando una suave transición. Aunque hubiera sido solo
una vez, debería haberme comprado un periódico, cualquiera, y haberme subido al
tranvía en el último momento para asegurarme de ser el único pasajero. Y desde
ese asiento ver la ventana del salón a la que normalmente me asomaba.
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