Aparcar con los ojos cerrados : Madrugar un sábado es volver a agosto, cuando en
Madrid parece que hay más plazas de aparcamiento que coches, más tiendas que
clientes, más trenes que viajeros, más butacas que espectadores, más libros que
lectores, más calles que peatones. La sedante ilusión, en fin, de que hay más
oferta que demanda y que siempre habrá dónde elegir, como ahora, en un parking vacío en el que podría aparcar con los ojos cerrados hasta notar ese suave
golpe de la rueda al alcanzar el tope de la plaza.
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