La atracción de la carne : Justo al
doblar la esquina de la calle en la que acabamos de comer está uno de los pocos
restaurantes de la zona que no hemos probado: los platos de la carta están en
monedas de oro y eso nos frena un poco. Pero pegada a la entrada hay una
vitrina en la que exponen unos trozos de carne con los que te harías una foto
para enseñársela a los amigos, quitando aquella en la que un premio Nobel te entrega
un premio por un puñado de relatos. Entonces hay un instante en el que la visión
de esa carne y la evidencia de los precios alcanzan la misma fuerza, la balanza
se equilibra, y resulta imposible moverse. Últimamente son frecuentes situaciones
como ésta, así que ya me va costando menos salir de ellas. Basta con algo
mínimo, la mirada del camarero que sale del restaurante a fumar sin prisas.
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