sábado, 29 de septiembre de 2012

"Brave" : Una temporada en la aldea




“Brave” : Una temporada en la aldea : Me vuelven a sorprender los de Pixar : qué lástima no haber nacido ahí.

Imaginaba que esta historia, en Escocia y titulada “Brave”, tendría un aliento épico que, no sé por qué (estaré pasando por una época más intimista) me mantenía alejado de ella como esos perros que no se separan de aquello a lo que ladran. Seguía imaginando que la película estaría llena de ejércitos y de gaitas y de vistas aéreas de valles verdes y es posible que en el primer borrador estuviera todo esto hasta que alguien creó el pelo de Mérida, la chica protagonista, y dijo :

-Mirad.

Y todos miraron y decidieron que ahí estaba todo, que no había que alejarse.

Yo, desde luego, me quedo fascinado por el pelo de Mérida (como ejemplo de lo que pueden hacer técnicamente estos chicos de Pixar, que más tarde se permiten mostrar a cámara lenta cómo sale una flecha de un arco) y por una historia pequeña, mínima, contada en pocos días, con los elementos justos de un cuento tradicional.

El esqueleto de la historia, básicamente, vuelve a reproducir el esquema de películas como “Donde viven los monstruos” o “El viaje de Chihiro” : el niño o la niña que pierde la protección de los padres y que se ve obligado a madurar para, una vez experimentado el punto de vista de los adultos, poder regresar a la situación anterior con el conocimiento de lo que ha aprendido. La radiografía, pues, se parece a otras que hemos visto, pero nadie acaba seducido por unos huesos, por mucho que exista ese dicho : queremos ver qué sostienen esos huesos.

Con ese andamiaje, los de Pixar levantan una película que es, ante todo, un placer visual. La puedes ir a ver en croata, que te dará igual. Esa cuestión estética funciona no solo por una cuestión de talento (y de dinero, y de horas, y de exigencia), sino porque está al servicio de una historia bien encajada en la que todo lo que se ve está ahí por algo, enlazándose entre sí como las serpientes en un anillo. Ese el otro placer de la película.

Antes he mencionado “El viaje de Chihiro” y la relación que hay entre ambas películas es tan próxima que hay veces que, como en el tema de los fuegos fatuos o el rostro de la anciana bruja (tan parecido a los que suelen presentar en las película de los estudios Ghibli) parece que se esté rindiendo un sutil homenaje a Hayao Miyazaki  y a su forma de contar qué es lo importante. A mí ese juego de saltar de una película a otra me gusta, pero “Brave”, por resumirlo de una forma académica, es “Brave”.

“Brave”, por ir cerrando, muestra qué sucede cuando obtienes lo que pides, que nunca te llega de la forma en la que lo esperas; que es importante que aparezca un toque de magia; que el camino más alejado es el que te acaba llevando a donde querías; que las imágenes hay que respetarlas; que siempre hace falta un poco de humor; que las leyendas pueden tener algo de verdad; que la venganza puede llegar de la mano de quien menos se espera; que todos tenemos un oso dentro; que a veces las cosas se salvan justo en el instante en el que ya se van a dar por perdidas; que lo más importante se dice sin palabras o que debes desconfiar de los pasteles perfectos. Estas son algunas píldoras de una película que tiene más que el bote de un culturista.  

Todo esto hace que esta película sea recomendable para los niños : es como enviarlos al pueblo (o aldea) para que se alimenten bien antes de volver a sentarles delante de la basura de Clan, Boing o Disney Channel. Algún día se recetarán películas como ésta para la anemia intelectual que provoca la actual programación infantil. Aprovechando el tirón, el médico también nos la recetará a nosotros para combatir el decaimiento mental provocado por la programación que no es infantil.

En fin, que Pixar sigue ahí, iluminándonos el camino. 

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