miércoles, 19 de septiembre de 2012

La puerta de la clase




La puerta de la clase : Hace calor en el aula. Se han bajado las persianas para intentar refrescarla un poco, pero ya es tarde : muchas madres sacan sus abanicos y los agitan con fuerza. De la que tengo sentada al lado me llega algo de ese aire acondicionado del diecinueve, el único que soporto. Prefiero cocerme en el propio jugo de mi sudor.

La profesora nos explica su procedimiento educativo para este año. Ya aparece la palabra examen. Y certificate. Tomo nota de lo que dicen y de los horarios porque no le han dejado hacernos copias del cuadro de asignaturas. Medir las veces en las que el no ha sustituido al sí sería un bien índice de nuestra situación actual. No al aire acondicionado, no a las fotocopias.

Lo que no se dice en ningún momento es cuáles son los objetivos para este año. Qué acabarán sabiendo. Ahora están aquí y dentro de un año se moverán hasta aquí. Este tipo de cosas. De las referencias a largo plazo parece haberse pasado a otras en las que el futuro se mide en días, en semanas como mucho. Pienso en ese falso optimismo comunista que se atrevía a imponerle sus planes quinquenales a la realidad en cualquier aspecto social : ahora estamos en el otro punto del cuadrilátero, deseando que no sea esta realidad la que acabe dominándonos. Como un hámster en su jaula.

No me sorprendería que en mitad de la explicación la profesora nos reprochara el no haber cumplido nuestra parte. El pacto tácito era que, de la puerta de la clase para adentro, ella era la responsable de formar a los niños y que, del otro lado, éramos nosotros los que teníamos que asegurar un entorno en el que ellos, dentro de unos años, puedan seguir desarrollándose. Y algo ha fallado porque el deseo de abrir esa puerta se convierte ahora en un impulso por mantenerla cerrada. Supongo que lo pensarán, como también lo hacemos nosotros, pero los dos callamos y anotamos lo de las tareas de matemáticas.

No estamos a la altura de esta clase. Es lo que siento.

Al salir me acerco a una ventana para ver el colegio desde este tercer piso. En el patio no queda nadie, solo un niño que patina dejándose llevar. 

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