domingo, 9 de septiembre de 2012

Infidelidad




Infidelidad : Me sirven el café en una taza de loza que hace juego con su plato. Me gusta el ruido que hace mientras camino hacia la mesa de piedra agarrando con cuidado el plato. Me hace pensar en el tictac de un reloj recorriendo cuartos de techos altos y muebles brillantes. Es el contraste prefecto con los árboles, el canto del gallo, el lejano golpeo de los cencerros : los coloca a la distancia justa. Me siento en la mesa y pruebo el café. Ahora entiendo el porqué de este rito en tierras lejanas : lo que se conquistaba con las armas se asentaba con una taza y un plato como éste.

Estoy acostumbrado a mi taza del desayuno, grande, gruesa, de las que aparecen en las mesas de los policías de las series. Suelo llenarla hasta el borde para que el café me dure bastante. La cojo por el asa y me marcho con ella hasta el salón. Para que no manche la mesa, pongo debajo de ella un trozo de papel de cocina y la dejo a la distancia justa para poder cogerla estirando el brazo mientras leo, apurando el silencio.

Ahora no tengo prisa y me entretengo mirando las siluetas de las montañas, dejando que el tiempo pase hasta que alguien venga a por mí. Me bebo todo el café, hecho con la misma máquina que tengo en casa. Me levantaría a por más para sentir en los labios el fino borde de la taza. En unas viñas, las uvas cuelgan como ubres reclamando ya las manos.

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