jueves, 20 de septiembre de 2012

Concierto en morse




Concierto en morse : Cedés, clases de chino, profesores bilingües y de repente el pasado estira una mano y te agarra para que no escapes del todo : encima de la mesa de la terraza, dos flautas que sólo tienen de dulce su nombre. Este sí que es un buen tiro de jabalina, lanzado desde los ochenta para, sobrevolando años y años, caer en este instante.

Nada ha cambiado. Ni la funda de plástico, ni esa boquilla, mezcla de helado de vainilla y chocolate. Hasta la escobilla que los mellizos me enseñan es idéntica a la que usaba yo cuando tenía su edad. Ciertamente, deberían incluir una más para que, tan pronto alguien empiece a tocar la flauta, uno pudiera clavárselas en los oídos como si quisiera pulirse bien por dentro y, de paso, quitarse todos esos agravios, insultos o frases dañinos que siguen vivos como murciélagos suspendidos, ejerciendo su poder solo con su presencia.

Los mellizos están contentos porque ya pueden hacer ruido de una manera didáctica. Yo nunca lo llamaría música porque estas flautas son a la música lo que los rastrojos al diseño de jardines. No entiendo por qué insisten en que aprendan con un instrumento con el que, tras horas de práctica, sólo consigues que suene menos mal. Con otros empiezas el aprendizaje desde el punto de salida, pero con las flautas dulces empleas toda tu vida en acercarte a él, como si te soltaran en Perú para correr el maratón de Nueva York.

-Vamos a tocar – dicen.

Interpretan mi silencio, en el que busco sin éxito alguna excusa convincente, como una invitación a que me enseñen lo que saben hacer después de su primera clase. Miran atentamente un pentagrama y, sin avisar, se sucede una sucesión de sonidos que podrían ser la traducción en morse de algún párrafo del código penal. Por partida doble.

Me asomo a la terraza por si, bajo los efectos de esta sinfonía de una única nota, se hubiera caído algún pájaro, algún niño se hubiera golpeado con su triciclo, alguna madre hubiera roto aguas antes de tiempo o alguna alarma de un coche hubiera saltado. Nada, el mundo ya anda bastante duro de oído. Perfecto. Los mellizos siguen lanzándole perdigones al concepto de música sin miramientos. Escucho concentrado, asiento, les felicito cuando acaban. Hoy cenamos pollo empanado.

2 comentarios:

  1. La humanidad no es sabia: ese diabólico instrumento dejó de utilizarse en el siglo XVIII. Por algo sería... Pero tuvo que aparecer alguien el siglo XX y despertar a esa flauta de su (merecido) olvido. Como en esas películas en las que un aprendiz de Indiana Jones se encuentra (olvidada como quien no quiere la cosa, en una tumba, templo o similar) un cofre o malvada figurilla con advertencias de peligro... pero, nada, tiene que llevárselo a su casa, para que haya película...Pues eso hizo alguien con la flauta.
    Y espera a que hagan más notas... Es peor.

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  2. ¡Qué gran oportunidad se ha perdido de subir el IVA de la flauta dulce al 6000%! Las agencias de calificación habrían danzado contentas como ratas detrás del ministro que se hubiera atrevido a recorrer las calles tocando la melodía del incremento.

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